viernes, 12 de noviembre de 2010

LO CREAS O NO


LOS SUMERIOS…ANNUNAKI…


En las tablas Sumerias, escritas hace más de 5000 años, (así como en el Bhagavad Gita de los vedas) se describen claramente sus “Dioses”.


Los Annunaki (tambien llamados Annuna – Hijos de An) fueron los dioses confinados en el mundo subterraneo, también se dice que vivían en Dulkug o Dulku , el “montículo santo”. En el texto sumerio sobre “El descenso de Innana al Mundo Bajo” se identifica a los Annunaki como los siete jueces del Mundo Bajo.


Para otros son una familia de dioses inmaduros, separados de sus padres y abandonados en un mundo que se estaba recuperando de una batalla con una estrella de la muerte.
La leyenda sumeria dice que existe un planeta más en nuestro sistema solar, llamado Niburu por los sumerios, que tiene una órbita elíptica similar a la de un cometa y que tarda 3600 años en dar una vuelta completa alrededor del sol.


Sitchin, así como otros investigadores sostienen la teoría de que los antiguos sumerios conocían la existencia de todos los planetas del Sistema Solar, desde Mercurio a Plutón, éste último descubierto a principios del siglo XX. Y la presencia de un planeta más, con una órbita alrededor del Sol gigantesca (cada 3.600 años), del cual procedían los “Annunaki”, los dioses de su panteón y que en sus principios fueron el génesis de la vida sobre la Tierra y la causa de la rápida evolución del hombre en nuestro mundo mediante intervención genética.


Los habitantes de este planeta, eran los Annunaki (Sitchin les denomina Nefilim).La razón real por la que los Annunaki bajaron a la tierra está confusa: Martin opina que hubo un choque entre Niburu o una de sus lunas con Tiamet (el planeta que estaba entre Marte y Júpiter) Opina que hubo una gran nave espacial (Niburu 2) que fue a colonizar la tierra (iban 12 parejas).Sitchin opina que vinieron en busca de metales que se estaban agotando en su planeta.Ambos opinan, y la tradición sumeria asi lo menciona, crearon a los hombres para que les sirvieran. De alguna forma utilizaron a los hombres como esclavos.


La creación del hombre según los mitos sumerios es muy parecida a la biblia, Enki tomo arcilla y le dio forma, por invitación de Nammu, aunque las primeras formas no fueron satisfactorias.Los humanos veían a estos seres como dioses, ya que eran inteligentes, poseían muchas tecnologías y conocimientos y tenían una gran longevidad, aunque eran mortales. Estos seres fueron llamados por los sumerios Annunaki. El término que menciona la Biblia es Nephilim (recordemos que la Biblia es una copia de las tradiciones sumerias), aunque algunas traducciones erróneas del termino los denomina “gigantes”.


Según los sumerios, sus dioses (estos seres) bajaron a la tierra desde el cielo, mucho antes de la llegada de la humanidad. Para los sumerios, al igual que para otros muchos pueblos de la antigüedad, sus dioses fueron seres de carne y hueso que un día habitaron entre ellos y de los que aprendieron numerosas actividades y normas de convivencia.


Ellos vinieron como colonos y explotadores, hicieron de la Tierra su hogar y empezaron a construir ciudades, ciudades que asociaron a funciones determinadas y que estaban gobernadas por Annunakis. Es sabido que cada ciudad sumeria disponía de un dios y una diosa protectora, esto puede interpretarse como que el gobierno de estas ciudades estaba encargado a parejas de dioses.


Otra evidencia de estos llamados dioses, o seres reales, está en la lista de reyes sumeria, en las dinastías antidiluvianas, cuyos reyes reinaban edades asombrosas, que se medían en sars (equivalentes a 3600 años).


Es curiosa la coincidencia de 3600 años, es un sar, que es el equivalente a un año de Niburu (lo que demora en dar una vuelta completa el planeta de los Annunaki).


También es curioso la coincidencia con la matemática sumeria, basada en un sistema sexagesimal (múltiplos de 60; 60×60=3600), que ha sido el origen de la forma en que tenemos de medir el tiempo (hh mm ss) y en la trigonometría (360 grados).


Si se tiene en cuenta la lista real sumeria, y se consideran los sar de 3600 años, sucede que el periodo antidiluviano, que empezó con la llegada de los Annunaki fue hace 450.000 años, esto hace suponer que los Annunaki vivieron en la tierra muchos años, sin la actual civilización humana, ya que esta apareció al finalizar el reinado de los Annunaki. El hecho de la creación del hombre es sorprendente en la versión de Frisell, ya que supone que fuimos creados como unión de dos razas, una de Nibiru y otra de Sirio.


Por otra parte Sitchin, cree que el paraíso era un jardín de los Nibiru, y que el Árbol de la Ciencia era el árbol que nos permitió procrear, ya que al ser híbridos de Annunakis y Hommo Erectus, éramos incapaces de hacerlo. Según esto los Annunaki no querían que los hombres se reprodujeran y cuando lo consiguieron los echaron del Paraíso. Debemos recordar que los mitos sumerios hablan de un Paraíso llamado Dilmun descrito en el mito de “Enki y Ninhursag”. Dilmun es una tierra pura, brillante y santa, regada por 4 ríos de agua dulce, llena de lagos y palmeras y arboles. En Dilmun los dioses parían sin dolor.


Para aquellos que tengan interes en profundizar en este, desde el punto de vista cosmológico, recomiendo la web (en inglés) de Andy Lloyd.


Para justificar el origen extraterrestre de los conocimientos Sitchin se apoya en dos interpretaciones de arte sumerio.


Primera: La estela de Naramsin, esta estela celebra la victoria de Naramsin sobre sus enemigos en el campo de batalla. El propio rey ocupa la figura central pisoteando a sus contrincantes con una lanza en su mano derecha, mientras observa desafiante a lo que parece ser una montaña con un extraño.


Diseño cónico y sobre la cual a su vez se pueden apreciar claramente al menos, dos cuerpos celestes, aunque se adivina un tercero un tanto deteriorado arriba del todo.


Sitchin cuestiona que la figura central de toda esta escena sea la del Rey Naramsin, pues a los dioses sumerios al igual que otros muchos de la zona, siempre eran representados con un casco con cuernos, como el de la figura y que supuestamente representa al soberano de Akkad.


También llama la atención la presencia de “dos soles” (o más) en el firmamento, precisamente sobre la cumbre de una no menos sorprendente sorprendente montaña, y que Zecharia Sitchin asocia más a la figura de un cohete por muy fantástico que pueda parecer. Segunda: Hay un sello del tercer milenio a.C., conocido con el nombre de VA/243. A la izquierda entre dos figuras se aprecia lo que Sitchin ha identificado como el Sistema Solar, en una muestra clara de los elevadísimos conocimientos astronómicos de los sumerios. En la imagen de abajo vemos un esquema más claro de dicha representación y que Sirchin define de la siguiente manera: “……Al observar detenidamente una ampliación del Sistema Solar representado sobre el cilindro VA/243, se puede observar que los “puntos” que rodean la estrella son de hecho esferas.


Al pequeño Mercurio le sigue un Venus más grande. A la Tierra, del mismo tamaño de Venus, le acompaña una Luna pequeña. A continuación, en dirección contraria a las agujas del reloj, se ve a Marte, más pequeño que la Tierra aunque más grande que la Luna o Mercurio. Luego la antigua representación muestra un planeta desconocido para nosotros, bastante más grande que la Tierra aunque más pequeño que Júpiter y Saturno, que se observan claramente a continuación. Más adelante, otra pareja concuerda perfectamente con nuestros Urano y Neptuno. Por último, también se encuentra allí el pequeño Plutón, aunque no donde lo ubicamos en la actualidad (después de Neptuno), sino entre Saturno y Urano……”.


Las anomalías detectadas con el nuevo planeta entre la Tierra y Júpiter, y la extraña ubicación de Plutón, corresponderían a la irrupción cada 3.600 años de un planeta extrasolar que en sus orígenes desvió la órbita de Plutón a su actual posición y que chocó seguidamente con un planeta situado donde se encuentra el cinturón de asteroides, que serían los restos de esa colisión.Posteriormente, lo que quedó del planeta acercó su órbita al Sol, y es nuestro actual mundo, la Tierra. Los antiguos sumerios llamaban al planeta del que se desgajó la Tierra, Tiamet, y al planeta intruso que originó el choque, Nibiru, de donde procedían sus dioses. Según la mitología sumeria de este choque surgió la vida en la Tierra. Hoy en día, son muchos los científicos que opinan que la vida en la Tierra tal vez tuvo su inicio por la presencia de organismos extraterrestres procedentes de meteoritos u otros cuerpos del espacio exterior que impactaron hace millones de años sobre la Tierra.


Otro Profesor Marco A Reinoso, sobre las ideas de Sitchin avanza esta cronología de Annunaki , dioses o reyes Antidiluvianos.Hace 450,000-445,000 años: Los Nefilim arribaron a la tierra “Ki” procedentes del planeta Marduk, se establecieron en la antigua Mesopotamia, cuando arribaron algunas áreas del planeta estaban cubiertas por el hielo y glaciares, 432,000 (120 Shar), años han pasado entre el primer descenso de los Nefilims en la tierra y el diluvio.


Hace 415,000 años: “Enki” un Nefilim estableció la ciudad de Larsa.Hace 400,000 años: Sobreviene un gran período interglaciar, Enlil otro Nefilim arriba a la tierra “Ki”, y establece rutas marítimas hacia el sudeste de África y organiza extracción del oro en las minas.


Hace 360,000 años: Los Nefilim establecen el gran centro metalúrgico Bad-Tibira para trabar y moldear el oro para los componentes espaciales y sus ciudades de oro que son construidas.Hace 300,000 años: Anunaki , Enki y Ninhursag, otros Nefilim, intervienen en la genética de algún mono para crear a los trabajadores primitivos que utilizarían en la extracción del oro en las minas.


Hace 25,000 años: El homo-sapiens se multiplica y esparce por otros continentes.Hace 13,000 años: Los Nefilim regresan definitivamente a su planeta dejando al reino humano morir, sobreviene el gran diluvio universal abruptamente sobre el planeta y dando por terminada la era glacial.


Hoy sigue siendo un misterio para la ciencia el establecer el origen de la civilización sumeria, aparecida de la noche a la mañana, con una estructura social extremadamente compleja. La agricultura, la metalurgia, la alfarería, la música, la medicina, las leyes, etc… alcanzaron una dimensión totalmente desconocida en un periodo brevísimo de tiempo, después de más de dos millones de años de una evolución aparentemente lenta y sin grandes sobresaltos, en la que el hombre había estado más cerca de un estilo de vida animal. – Si te gustó el artículo, deja una marca social usando los botones de abajo y compártelo con el mundo y con la gente a la que quieres. El universo te lo agradecerá, ¡No lo dudes! –.


LAS PISTAS DE NAZCA O LÍNEAS DE NAZCA.


Extendiéndose majestuosas en una superficie de más de 500 kilómetros cuadrados del valle del río Nazca, al sur del Perú, en una zona situada entre el océano Pacífico y los Andes, se encuentran las denominadas pistas de Nazca. Se trata de un serie de líneas, diseños geométricos y abstractos pictogramas que han permanecido inalterados durante más de mil años, desafiando a la ciencia y a la arqueología. Estos gigantescos diseños no fueron descubiertos hasta finales de los años veinte coincidiendo con los primeros vuelos por la zona, la razón es bien sencilla: las pistas no son visibles desde tierra.Todo comenzó en 1.927 cuando un famoso arqueólogo llamado Mejia Xespe, fue informado sobre la presencia de unos misteriosos jeroglíficos o líneas trazadas sobre el suelo de la costa peruana. A pesar de lo interesante que era el tema, no se le dedicó mayor atención que el de clasificar el descubrimiento para su posterior estudio.


Las llamadas Pistas de Nazca son líneas rectas trazadas con una exactitud matemática y cuya desviación es mínima, mucho más con respecto a las técnicas y tecnología de la época.


María dedicaría su vida a esa labor. Según M. Reiche suman más de treinta los geoglifos hasta hoy encontrados en las Pampas de Nazca. Se trata de animales marinos y terrestres, figuras geométricas y humanas. Entre los geoglifos de mayor tamaño están un pájaro de casi 300 m, un lagarto de 180 m, un pelícano de 135 m, un cóndor de 135 m, un mono de 135 m y una araña de 42 metros.Estas dimensiones son motivo de admiración. Reiche comenta que "hay un ave tan grande que uno puede colocarse en la punta de una de sus alas y no se puede ver ni la cabeza, ni la otra ala, sólo es posible percibir unas pocas líneas sobre el suelo, se tendría que sobrevolar el área para poder apreciarla en su conjunto". Por el contrario, la figura más pequeña encontrada hasta el momento es un espiral que tiene un diámetro de 3 metros.


Entre los diseños de los animales que se perciben en Nazca figuran: una ballena, un perro con patas y cola largas, dos llamas, diversas aves como la garza, la grulla, el pelícano, la gaviota, el colibrí y el loro. En la categoría de reptiles, un lagarto, que fue cortado al construirse la Panamericana Sur, una iguana y una serpiente. Por otro lado se encuentran las imponentes figuras del mono, la araña y el caracol, entre otros.


Las Hipótesis de su creación Han surgido multitud de conjeturas. Muchas razonadas antropológica e históricamente hablando, otras bordeando la ficción como la de Von Daniken,quien en su libro "La respuesta de los dioses", llega a afirmar que se podía tratar de señales y pistas de aterrizaje para naves extraterrestres, idea del todo descabellada pues las pistas no son más que marcas en el suelo, no existe prensado ni allanamiento del terreno con lo cual no podrían cumplir su función.


Las atrevidas teorías de Von Daniken, han dado pie a otras derivadas de la inicial ya que algunos estudiosos han creído ver la figura de un hombre volando, y aquí comienza el ciclo de elucubraciones sobre los astronautas. Y eso quizá sea una traspolación de viejas leyendas del lugar que nos hablan de unos misteriosos y diabólicos hombres lechuza. Ya que en este aspecto, a parte de raras y enigmáticas leyendas populares se tienen pruebas palpables debido a la cerámica Nazca.


Pero M. Reiche, las define como el extraño testimonio y legado de las antiguas culturas peruanas: "Las líneas de las Pampas de Nazca son nada menos que una historia documental de la ciencia y de los hombres de ciencia del Perú prehispánico. En ella se encuentra registrada una tradición científica en donde los antiguos peruanos desarrollaron un abecedario para anotar los más importantes acontecimientos astronómicos de aquellos días. Las Pampas de Nazca son las páginas de un libro escrito con este extraño alfabeto". Las líneas de Nazca son el testimonio gráfico de la forma como aquellos seres superiores dominaron la relación entre los fenómenos celestes y nuestro planeta.


La teoría de un gigantesco "Horóscopo" que marcaba fechas astronómicas de la época también quedó desestimada pues tras estudios más profundos se observó que solo cumplían con los requisitos de orientación un 20% de las líneas, lo cual no sobrepasa el límite marcado por la casualidad.Lo que si se sabe es que los antiguos Nazcas realizaban extrañas y enigmáticas ceremonias mágico-religiosas en diversas épocas del año. Y que se tiene también que asumir que los Nazcas estudiaban el cosmos desde aquellos parajes y lograron una maestría en establecer la relación cósmica entre los fenómenos celestes y el planeta tierra. Tal vez las líneas no son más que ofrendas a sus Dioses, los únicos que podrían verlas...


El "colibrí" el geoglifo más conocido.Pero ¿había encontrado la llave del enigma? Kosok entendió que se hallaba silenciosamente esparcido en estos dibujos lo que podía constituir el Libro de Astronomía más Grande del Mundo. Estas misteriosas líneas, se extienden en un perímetro de 50 kilómetros de longitud y 15 kilómetros de ancho, y en este citado perímetro están comprendidas cuatro pampas: Palpa, Ingeni, Nazca y Socos, localizadas entre los kilómetros 419 y 465 de la carretera Panamericana Sur. El suelo de aquella región, que además es una de las más secas y desérticas del mundo, es de color marrón, pero bajo esta primera capa se esconde otra de color amarillo, así que cuando se camina por aquellos lugares una pisada deja una extraña y duradera mancha blanca que no deja de ser misteriosamente inquietante.En 1946, Kosok regresó a su país no sin antes sugerir a María Reiche, que le había asistido en las investigaciones, continuar con el estudio de los dibujos que él había empezado a descifrar.


María dedicaría su vida a esa labor. Según M. Reiche suman más de treinta los geoglifos hasta hoy encontrados en las Pampas de Nazca. Se trata de animales marinos y terrestres, figuras geométricas y humanas. Entre los geoglifos de mayor tamaño están un pájaro de casi 300 m, un lagarto de 180 m, un pelícano de 135 m, un cóndor de 135 m, un mono de 135 m y una araña de 42 metros.Estas dimensiones son motivo de admiración. Reiche comenta que "hay un ave tan grande que uno puede colocarse en la punta de una de sus alas y no se puede ver ni la cabeza, ni la otra ala, sólo es posible percibir unas pocas líneas sobre el suelo, se tendría que sobrevolar el área para poder apreciarla en su conjunto". Por el contrario, la figura más pequeña encontrada hasta el momento es un espiral que tiene un diámetro de 3 metros.


Como se puede ver la dificultad en el trazado era impensable en la época mucho más teniendo en cuenta que no veían lo que hacían, pues sólo desde el cielo se aprecia su trabajo.


Entre los diseños de los animales que se perciben en Nazca figuran: una ballena, un perro con patas y cola largas, dos llamas, diversas aves como la garza, la grulla, el pelícano, la gaviota, el colibrí y el loro. En la categoría de reptiles, un lagarto, que fue cortado al construirse la Panamericana Sur, una iguana y una serpiente. Por otro lado se encuentran las imponentes figuras del mono, la araña y el caracol, entre otros.


Von Daniken expuso que las líneas no eran otra cosa que pistas de aterrizaje para OVNIS




JUAN RULFO


Juan Rulfo nació el 16 de mayo de 1918 en Sayula, en el Estado de Jalisco y como escritor se integró al grupo de escritores que crearon un universo propio, para convertirlo en escenario donde se desarrollan sus historias. Comala es el universo personal de Juan Rulfo. Transcurrió su infancia entre su pueblo natal y San Gabriel (la actual Ciudad Venustiano Carranza), donde realizó sus primeros estudios y pudo contemplar algunos episodios de la sublevación cristera, violento levantamiento opositor a las leyes promulgadas por el presidente Calles para prohibir las manifestaciones públicas del culto y subordinar la Iglesia al Estado. Rulfo vivió en San Gabriel hasta los diez años, en compañía de su abuela, para ingresar luego en un orfanato donde permaneció cuatro años más, pero cuando apenas había cumplido los ocho, ya había leído los libros de la biblioteca parroquial que el sacerdote del pueblo puso al cuidado de su abuela.


A los dieciséis de edad, intentó ingresar en la Universidad de Guadalajara, pero una huelga estudiantil que duró año y medio, se lo impidió. En Guadalajara publicó sus primeros textos y poco después se trasladó a la Ciudad de México que se convirtió en su residencia regular.


Intentó de nuevo entrar en la universidad, para estudiar en la Facultad de Derecho en pero fracasó en los exámenes para el ingreso y se vio obligado a trabajar. Trabajó en la Secretaria de Gobernación como agente de inmigración, primero en la capital y luego en Tampico y Guadalajara. En esta etapa de su vida entró en contacto con gente que hablaba peculiares dialectos en diversas regiones. Más tarde fue enviado al Archivo de Migración.


Juan Rulfo se desempeñó en oficios diversos. Fue empleado en una compañía que fabricaba llantas de hule, dirigió y coordinó diversos para el Departamento Editorial del Instituto Nacional Indigenista, y fue asesor literario del Centro Mexicano de Escritores. La obra de Juan Rulfo es escasa pero de gran calidad narrativa y ha sido también traducida a numerosos idiomas. Sus dos libros le ha valido reconocimiento mundial concretado en premios como el Nacional de Letras (1970) y el Príncipe de Asturias de España (1983); extranjeros. En 1953 apareció El llano en llamas, que incluye diecisiete cuentos narrativos que giran todos, entorno a la vida de los campesinos mexicanos. En 1955, aparece Pedro Páramo, la única novela que escribió Juan Rulfo, en la cual surge Comala como el escenario donde se desatan las pasiones humanas. En 1980 publicó la narración El gallo de oro, a partir de entonces y aunque él mismo se encargó de anunciar la inminente publicación de nuevos libros, eso nunca ocurrió. Varios de sus relatos han sido llevados al cine, como El despojo y La fórmula secreta, corto y mediometraje respectivamente, habiendo intervenido como actor cinematográfico en alguna ocasión. Murió el 7 de enero de 1986, en la ciudad de México.



LA NOCHE QUE LO DEJARON SOLO


-¿Por qué van tan despacio? -les preguntó Feliciano Ruelas a los de adelante-. Así acabaremos por dormirnos. ¿Acaso no les urge llegar pronto?-Llegaremos mañana amaneciendo -le contestaron.-Fue lo último que les oyó decir. Sus últimas palabras. Pero de eso se acordaría después, al día siguiente. Allí iban los tres, con la mirada en el suelo, tratando de aprovechar la poca claridad de la noche. "Es mejor que esté oscuro. "Así no nos verán." También habían dicho eso, un poco antes, o quizá la noche anterior. No se acordaba.



El sueño le nublaba el pensamiento Ahora, en la subida, lo vio venir de nuevo. Sintió cuando se le acercaba, rodeándolo como buscándole la parte más cansada. Hasta que lo tuvo encima, sobre su espalda, donde llevaba terciados los rifles Mientras el terreno estuvo parejo, caminó deprisa. Al comenzar la subida, se retrasó; su cabeza empezó a moverse despacio, más lentamente conforme se acortaban sus pasos. Los otros pasaron junto a él, ahora iban muy adelante y él seguía balanceando su cabeza dormida.



Se fue rezagando. Tenía el camino enfrente, casi a la altura de sus ojos. Y el peso de los rifles. Y el sueño trepado allí donde su espalda se encorvaba.



Oyó cuando se le perdían los pasos: aquellos huecos talonazos que habían venido oyendo quién sabe desde cuándo, durante quién sabe cuántas noches: "De la Magdalena para allá, la primera noche; después de allá para acá, la segunda, y ésta es la tercera. No serían muchas -pensó-, si al menos hubiéramos dormido de día". Pero ellos no quisieron: Nos pueden agarrar dormidos -dijeron-. Y eso sería lo peor.



-¿Lo peor para quién? Ahora el sueño le hacía hablar. "Les dije que esperaran: vamos dejando este día para descansar. Mañana caminaremos de filo y con más ganas y con más fuerzas, por si tenemos que correr. “Puede darse el caso."



Se detuvo con los ojos cerrados. "Es mucho -dijo-. ¿Qué ganamos con apurarnos? Una jornada. Después de tantas que hemos perdido, no vale la pena "enseguida gritó: "¿Dónde andan?". Y casi en secreto: "Váyanse, pues. ¡Váyanse!". Se recostó en el tronco de un árbol. Allí estaban la tierra fría y el sudor convertido en agua fría. Esta debía de ser la sierra de que le habían hablado. Allá abajo el tiempo tibio, y ahora acá arriba este frío que se le metía por debajo del gabán: Como si me levantaran la camisa y me manosearan el pellejo con manos heladas. "Se fue sentando sobre el musgo. Abrió los brazos como si quisiera medir el tamaño de la noche y encontró una cerca de árboles. Respiró un aire oloroso a trementina. Luego se dejó resbalar en el sueño, sobre el cochal, sintiendo cómo se le iba entumeciendo el cuerpo.



Lo despertó el frío de la madrugada. La humedad del rocío.


Abrió los ojos. Vio estrellas transparentes en un cielo claro, por encima de las ramas oscuras.


"Está oscureciendo", pensó. Y se volvió a dormir.


Se levantó al oír gritos y el apretado golpetear de pezuñas sobre el seco tepetate del camino. Una luz amarilla bordeaba el horizonte.


Los arrieros pasaron junto a él, mirándolo. Lo saludaron: "Buenos días", le dijeron. Pero él no contestó.Se acordó de lo que tenía que hacer. Era ya de día. Y él debía de haber atravesado la sierra por la noche para evitar a los vigías. Este paso era el más resguardado. Se lo habían dicho. Tomó el tercio de carabinas y se las echó a la espalda. Se hizo a un lado del camino y cortó por el monte, hacia donde estaba saliendo el sol. Subió y bajó, cruzando lomas terregosas. Le parecía oír a los arrieros que decían: "Lo vimos allá arriba”.


“Es así y asado, y trae muchas armas."Tiró los rifles. Después se deshizo de las carrilleras. Entonces se sintió livianito y comenzó a correr como si quisiera ganarles a los arrieros la bajada. Había que "encumbrar, rodear la meseta y luego bajar". Eso estaba haciendo. Obre Dios. Estaba haciendo lo que le dijeron que hiciera, aunque no a las mismas horas. Llegó al borde de las barrancas. Miró allá lejos la gran llanura gris. "Ellos deben estar allá. Descansando al sol, ya sin ningún pendiente", pensó.Y se dejó caer barranca abajo, rodando y corriendo y volviendo a rodar."Obre Dios", decía. Y rodaba cada vez más en su carrera. Le parecía seguir oyendo a los arrieros cuando le dijeron: "¡Buenos días!" Sintió que sus ojos eran engañosos. Llegarán al primer vigía y le dirán: "Lo vimos en tal y tal parte. No tardará el estar por aquí. "De pronto se quedó quieto."¡Cristo!", dijo. Y ya iba a gritar: "¡Viva Cristo Rey!", pero se contuvo. Sacó la pistola de la costadilla y se la acomodó por dentro, debajo de la camisa, para sentirla cerquita de su carne. Eso le dio valor. Se fue acercando hasta los ranchos del Agua Zarca a pasos queditos, mirando el bullicio de los soldados que se calentaban junto a grandes fogatas. Llegó hasta las bardas del corral y pudo verlos mejor; reconocerles la cara: eran ellos, su tío Tanis y su tío Librado. Mientras los soldados daban vuelta alrededor de la lumbre, ellos se mecían, colgados de un mezquite, en mitad del corral.


No parecían ya darse cuenta del humo que subía de las fogatas, que les nublaba los ojos vidriosos y les ennegrecía la cara. No quiso seguir viéndolos. Se arrastró a lo largo de la barda y se arrinconó en una esquina, descansando el cuerpo, aunque sentía que un gusano se le retorcía en el estómago. Arriba de él, oyó que alguien decía: -¿Qué esperan para descolgar a ésos?-Estamos esperando que llegue el otro. Dicen que eran tres, así que tienen que ser tres. Dicen que el que falta es un muchachito; pero muchachito y todo, fue el que le tendió la emboscada a mi teniente Parra y le acabó su gente. Tiene que caer por aquí, como cayeron esos otros que eran más viejos y más colmilludos. Mi mayor dice que si no viene de hoy a mañana, acabalamos con el primero que pase y así se cumplirán las órdenes.


-¿Y por qué no salimos mejor a buscarlo? Así hasta se nos quitaría un poco lo aburrido. -No hace falta. Tiene que venir. Todos están arrendando para la Sierra de Comanja a juntarse con los cristeros del Catorce. Éstos son ya de los últimos. Lo bueno sería dejarlos pasar para que les dieran guerra a los compañeros de Los Altos. -Eso sería lo bueno. A ver si no a resultas de eso nos enfilan también a nosotros por aquel rumbo. Feliciano Ruelas esperó todavía un rato a que se le calmara el bullicio que sentía cosquillearle el estómago. Luego sorbió tantito aire como si se fuera a zambullir en el agua y, agazapado hasta arrastrarse por el suelo, se fue caminando, empujando el cuerpo con las manos. Cuando llegó al reliz del arroyo, enderezó la cabeza y se echó a correr, abriéndose paso entre los pajonales. No miró para atrás ni paró en su carrera hasta que sintió que el arroyo se disolvía en la llanura.Entonces se detuvo. Respiró fuerte y temblorosamente.


MACARIO


Estoy sentado junto a la alcantarilla aguardando a que salgan las ranas. Anoche, mientras estábamos cenando, comenzaron a armar el gran alboroto y no pararon de cantar hasta que amaneció. Mi madrina también dice eso: que la gritería de las ranas le espantó el sueño. Y ahora ella bien quisiera dormir. Por eso me mandó a que me sentara aquí, junto a la alcantarilla, y me pusiera con una tabla en la mano para que cuanta rana saliera a pegar de brincos afuera, la apalcuachara a tablazos...Las ranas son verdes de todo a todo, menos en la panza. Los sapos son negros. También los ojos de mi madrina son negros. Las ranas son buenas para hacer de comer con ellas. Los sapos no se comen; pero yo me los he comido también, aunque no se coman, y saben igual que las ranas. Felipa es la que dice que es malo comer sapos.


Felipa tiene los ojos verdes como los ojos de los gatos. Ella e s la que me da de comer en la cocina cada vez que me toca comer. Ella no quiere que yo perjudique a las ranas. Pero a todo esto, es mi madrina la que me manda a hacer las cosas... Yo quiero más a Felipa que a mi madrina. Pero es mi madrina la que saca el dinero de su bolsa para que Felipa compre todo lo de la comedera. Felipa sólo se está en la cocina arreglando la comida de los tres. No hace otra cosa desde que yo la conozco. Lo de lavar los trastes a mí me toca. Lo de acarrear leña para prender el fogón también a mí me toca. Luego es mi madrina la que nos reparte la comida. Después de comer ella, hace con sus manos dos montoncitos, uno para Felipa y otro para mí. Pero a veces Felipa no tiene ganas de comer y entonces son para mí los dos montoncitos. Por eso quiero yo a Felipa, porque yo siempre tengo hambre y no me lleno nunca, ni aun comiéndome la comida de ella.


Aunque digan que uno se llena comiendo, yo sé bien que no me lleno por más que coma todo lo que me den. Y Felipa también sabe eso... Dicen en la calle que yo estoy loco porque jamás se me acaba el hambre. Mi madrina ha oído que eso dicen. Yo no lo he oído. Mi madrina no me deja salir solo a la calle. Cuando me saca a dar la vuelta es para llevarme a la iglesia a oír misa. Allí me acomoda cerquita de ella y me amarra las manos con las barbas de su rebozo. Yo no sé por qué me amarra mis manos; pero dice que porque dizque luego hago locuras. Un día inventaron que yo andaba ahorcando a alguien; que le apreté el pescuezo a una señora nada más por nomás. Yo no me acuerdo. Pero, a todo esto, es mi madrina la que dice lo que yo hago y ella nunca anda con mentiras. Cuando me llama a comer, es para darme mi parte de comida, y no como otra gente que me invitaba a comer con ellos y luego que me les acercaba me apedreaban hasta hacerme correr sin comida ni nada. No, mi madrina me trata bien. Por eso estoy contento en su casa. Además, aquí vive Felipa. Felipa es muy buena conmigo. Por eso la quiero... La leche de Felipa es dulce como las flores del obelisco. Yo he bebido leche de chiva y también de puerca recién paridad; pero no, no es igual de buena que la leche de Felipa...


Ahora ya hace mucho tiempo que no me da a chupar de los bultos esos que ella tiene donde tenemos solamente las costillas, y de donde le sale, sabiendo sacarla, una leche mejor que la que nos da mi madrina en el almuerzo de los domingos... Felipa antes iba todas las noches al cuarto donde yo duermo, y se arrimaba conmigo, acostándose encima de mí o echándose a un ladito.


Luego se las ajuareaba para que yo pudiera chupar de aquella leche dulce y caliente que se dejaba venir en chorros por la lengua... Muchas veces he comido flores de obelisco para entretener el hambre. Y la leche de Felipa era de ese sabor, sólo que a mí me gustaba más, porque, al mismo tiempo que me pasaba los tragos, Felipa me hacia cosquillas por todas partes. Luego sucedía que casi siempre se quedaba dormida junto a mí, hasta la madrugada. Y eso me servía de mucho; porque yo no me apuraba del frío ni de ningún miedo a condenarme en el infierno si me moría yo solo allí, en alguna noche... A veces no le tengo tanto miedo al infierno. Pero a veces sí. Luego me gusta darme mis buenos sustos con eso de que me voy a ir al infierno cualquier día de éstos, por tener la cabeza tan dura y por gustarme dar de cabezazos contra lo primero que encuentro. Pero viene Felipa y me espanta mis miedos. Me hace cosquillas con sus manos como ella sabe hacerlo y me ataja el miedo ese que tengo de morirme. Y por un ratito hasta se me olvida... Felipa dice, cuando tiene ganas de estar conmigo, que ella le cuenta al Señor todos mis pecados. Que iré al cielo muy pronto y platicará con Él pidiéndole que me perdone toda la mucha maldad que me llena el cuerpo de arriba abajo. Ella le dirá que me perdone, para que yo no me preocupe más. Por eso se confiesa todos los días. No porque ella sea mala, sino porque yo estoy repleto por dentro de demonios, y tiene que sacarme esos chamucos del cuerpo confesándose por mí. Todo s los días. Todas las tardes de todos los días. Por toda la vida ella me hará ese favor. Eso dice Felipa. Por eso yo la quiero tanto... Sin embargo, lo de tener la cabeza así de dura es la gran cosa. Uno da de topes contra los pilares del corredor horas enteras y la cabeza no se hace nada, aguanta sin quebrarse. Y uno da de topes contra el suelo; primero despacito, después más recio y aquello suena como un tambor. Igual que el tambor que anda con la chirimía, cuando viene la chirimía a la función del Señor. Y entonces uno está en la iglesia, amarrado a la madrina, oyendo afuera el tum tum del tambor... Y mi madrina dice que si en mi cuarto hay chinches y cucarachas y alacranes es porque me voy a ir a arder en el infierno si sigo con mis mañas de pegarle al suelo con mi cabeza. Pero lo que yo quiero es oír el tambor. Eso es lo que ella debería saber. Oírlo, como cuando uno esta en la iglesia, esperando salir pronto a la cal le para ver cómo es que aquel tambor se oye de tan lejos, hasta lo hondo de la iglesia y por encima de las condenaciones del señor cura...: "El camino de las cosas buenas esta lleno de luz. El camino de las cosas malas es oscuro." Eso dice e l señor cura... Yo me levanto y salgo de mi cuarto cuando todavía esta a oscuras. Barro la calle y me meto otra vez en mi cuarto antes que me agarre la luz del día. En la calle suceden cosas. Sobra quien lo descalabre a pedradas apenas lo ven a uno. Llueven piedras grandes y filosas por todas partes. Y luego hay que remendar la camisa y esperar muchos días a que se remienden las rajaduras de la cara o de las rodillas. Y aguantar otra vez que le amarren a uno las manos, porque si no ellas corren a arrancar la costra del remiendo y vuelve a salir el chorro de sangre. Ora que la sangre también tiene buen sabor aunque, eso sí, no se parece al sabor de la leche de Felipa... Yo por eso, para que no me apedreen, me vivo siempre metido en mi casa. En seguida que me dan de comer me encierro en mi cuarto y atranco bien la puerta para que no den conmigo los pecados mirando que aquello está a oscuras. Y ni siquiera prendo el ocote para ver por dónde se me andan subiendo las cucarachas.


Ahora me estoy quietecito. Me acuesto sobre mis costales, y en cuanto siento alguna cucaracha caminar con sus patas rasposas por mi pescuezo le doy un manotazo y la aplasto. Pero no prendo el ocote. No vaya a suceder que me encuentren des prevenido los pecados por andar con el ocote prendido buscando todas las cucarachas que se meten por debajo de mi cobija... Las cucarachas truenan como saltapericos cuando uno las destripa. Los grillos no sé si truenen. A los grillos nunca los mato. Felipa dice que los grillos hacen ruido siempre, sin pararse ni a respirar, para que no se oigan los gritos de las ánimas que están penando en el purgatorio. El día en que se acaben los grillos, el mundo se llenará de los gritos de las ánimas santas y todos echaremos a correr espantados por el susto. Además a mí me gusta mucho estarme con la oreja parada oyendo el ruido de los grillos. En mi cuarto hay muchos.


Tal vez haya más grillos que cucarachas aquí entre las arrugas de los costales donde yo me acuesto. También hay alacranes. Cada rato se dejan caer del techo y uno tiene que esperar sin resollar a que ellos hagan su recorrido por encima de uno hasta llegar al suelo. Porque si algún brazo se mueve o empiezan a temblarle a uno los huesos, se siente en seguida el ardor del piquete. Eso duele. A Felipa le picó una vez uno en una nalga. Se puso a llorar y a gritarle con gritos queditos a la Virgen Santísima para que no se le echara a perder su nalga. Toda la noche me la pasé untándole saliva y rezando con ella, y hubo un rato, cuando vi que no se aliviaba con mi remedio, en que yo también le ayudé a llorar con mis ojos todo lo que pude... De cualquier modo, yo estoy más a gusto en mi cuarto que si anduviera en la calle, llamando la atención de los amantes de aporrear gente. Aquí nadie me hace nada. Mi madrina no me regaña porque me vea comiéndome las flores de su obelisco, o sus arrayanes, o sus granadas. Ella sabe lo entrado en ganas de comer que estoy siempre. Ella sabe que no se me acaba el hambre. Que no me ajusta ninguna comida para llenar mis tripas aunque ande a cada rato pellizcando aquí y allá cosas de comer. Ella sabe que me como el garbanzo remojado que le doy a los puercos gordos y el maíz seco que le doy a los puercos flacos. Así que ella ya sabe con cuánta hambre ando desde que me amanece hasta que me anochece. Y mientras encuentre de comer aquí en esta casa, aquí me estaré. Porque yo creo que el día en que deje de comer me voy a morir, y entonces me iré con toda seguridad derechito al infierno. Y de allí ya no me sacara nadie, ni Felipa, aunque sea tan buena conmigo, ni el escapulario que me regaló mi madrina y que traigo enredado en el pescuezo...


Ahora estoy junto a la alcantarilla esperando a que salgan las ranas. Y no ha salido ninguna en todo este rato que llevo platicando. Si tardan más en salir, pues de suceder que me duerma, y luego ya no habrá modo de matarlas, y a mi madrina no le llegará por ningún lado el sueño si las oye cantar, y se llenará de coraje. Y entonces le pedirá a alguno de toda la hilera de santos que tiene en su cuarto, que mande a los diablos por mí, para que me lleven a rastras a la condenación eterna, derechito, sin pasar ni siquiera por el purgatorio, y yo no podré ver entonces ni a mi papá ni a mi mamá que es allí donde están... Mejor seguiré platicando... De lo que más ganas tengo es de volver a probar algunos tragos de la leche de Felipa, aquella leche buena y dulce como la miel que le sale por debajo a las flores del obelisco.


LAS REGLAS DE DALE CARNEGIE


Nació en 1888 en maryville, Missouri; Carnegie se crió en una granja, siendo el segundo hijo de James William y Amanda Elizabeth Carnegie. En su juventud, trabajó en el campo al tiempo que realizaba sus estudios en el State Teacher's College en Warrensburg, graduándose como maestro de escuela. Su primer Warrensburg, graduándose como maestro de escuela. Su primer trabajo tras la universidad fue vender cursos de correspondencia a hacendados (rancheros); luego pasó a ser vendedor de tocino, jabón y manteca de la empresa Armour & Company. Tuvo tanto éxito que consiguió que su zona, Omaha del Sur, fuese líder nacional de ventas para la empresa.


El mayor éxito de mercadotecnia de Dale Carnegie fue cambiar la dicción de su apellido materno de «Carnegey» a Carnegie, en un momento en el que el empresario Andrew Carnegie era ampliamente reverenciado y reconocido.


El primer matrimonio de Carnegie acabó en divorcio en 1931. El 5 de noviembre de 1944, en Tulsa, Oklahoma, se casó con Dorothy Price Vanderpool, también divorciada. Tuvo dos hijas, Rosemary, de su primer matrimonio, y Donna Dale, del segundo.


Murió de la enfermedad de Hodgkin y fue enterrado en el cementerio de Belton en el Condado de Cass, Missouri.


SOBRE COMO GANAR AMIGOS E INFLUIR SOBRE LAS PERSONAS


REGLA 1.


La única forma de salir ganando en una discusión es evitándola. ¿Por qué demostrar a un hombre que se equivoca? ¿Has de agradarle con eso? ¿Por qué no dejarle que salve su dignidad? No te pidió una opinión. No le hacía falta. ¿Por qué discutir con él? Hay que evitar siempre el ángulo agudo. Sólo hay un modo de sacar la mejor parte de una discusión: evitarla. "Si discute usted, y pelea y contradice, puede lograr a veces un triunfo; pero será un triunfo vacío, porque jamás obtendrá la buena voluntad del contrincante" Benjamin Franklin. Piense, pues, en esto ¿Qué prefiere tener: una victoria académica, teatral, o la buena voluntad de un hombre? Muy pocas veces obtendrá las dos cosas. "El odio nunca es vencido por el odio sino por el amor" y un malentendido no termina nunca gracias a una discusión sino gracias al tacto, la diplomacia, la conciliación, y un sincero deseo de aprecia el punto de vista de los demás.


"No debe perder tiempo en discusiones personales la persona que está resuelta a ser lo más que pueda, y menos todavía debe exponerse a las consecuencias, incluso a la ruina de su carácter y la pérdida de su serenidad. Ceded en las cosas grandes sobre las cuales no podéis exhibir más que derechos iguales; y ceded en las más pequeñas aunque os sean claramente propias. Mejor es dar paso a un perro, que ser mordido por él al disputarle ese derecho. Ni aun matando al perro se curaría de la mordedura" Abraham Lincoln. Para impedir que un desacuerdo se transforme en una discusión.


Acepte el desacuerdo (Cuando dos socios siempre están de acuerdo, uno de ellos no es necesario.); quizás este desacuerdo es su oportunidad de corregirse antes de cometer un grave error.

Desconfíe de su primera impresión instintiva. Controle su carácter. Primero escuche, déle a su oponente la oportunidad de hablar, déjelo terminar. Busque las áreas de acuerdo, exponga antes que nada los puntos y áreas en que están de acuerdo. Sea honesto; busque los puntos donde puede admitir su error, y hágalo, discúlpese por sus errores, eso desarmará a sus oponentes y reducirá la actitud defensiva. Prometa pensar y analizar con cuidado las ideas de sus oponentes; y hágalo en serio, sus oponentes pueden tener razón. Agradezca sinceramente a sus oponentes por su interés. Posponga la acción de modo que ambos bandos tengan tiempo de repensar el problema (sugiera otra reunión). Cuando dos personas gritan, no hay comunicación, sólo ruido y malas vibraciones.


REGLA 2.


Demuestre respeto por las opiniones ajenas. Jamás diga a una persona que está equivocada. No empiece nunca anunciando: Le voy a demostrar tal y tal cosa. Hace que quien lo escucha quiera librar batalla con usted, antes de que empiece a hablar. Si va usted a demostrar algo, que no lo sepa nadie. Hágalo sutilmente, con tal destreza que nadie piense que lo está haciendo. "Se ha de enseñar a los hombres como si no se les enseñara, y proponerles cosas ignoradas como si fueran olvidadas" Alexander Pope. Si alguien hace una afirmación que a juicio de usted está errada -sí, aun cuando usted sepa que está errada- es mucho mejor empezar diciendo: Bien, escuche.
Yo pienso de otro modo, pero quizá me equivoque. "A veces notamos que vamos cambiando de idea sin resistencia alguna, sin emociones fuertes, pero si se nos dice que nos equivocamos nos enoja la imputación, y endurecemos el corazón" James Harvey Robinson.

"Nuestra primera reacción a la mayoría de las proposiciones (que oímos en boca del prójimo) es una evaluación o un juicio, antes que una comprensión" Carl Rogers. "Ponte rápidamente de acuerdo con tu adversario" No hay que discutir con el cliente o con el cónyuge o con el adversario. No le diga que se equivoca, no lo haga enojar; utilice un poco de tacto, de diplomacia.

REGLA 3.

Si usted está equivocado, admítalo rápida y enfáticamente. Si sabemos que de todas maneras se va a demostrar nuestro error, ¿no es mucho mejor ganar la delantera y reconocerlo por nuestra cuenta? No es mucho más fácil escuchar la crítica de nuestros labios que la censura de labios ajenos? Diga usted de sí mismo todas las cosas derogatorias que sabe está pensando la otra persona, o quiere decir, o se propone decir, y dígalas antes de que él haya tenido una oportunidad de formularlas, y le quitará la razón de hablar. Cuando tenemos razón, tratemos pues de atraer, suavemente y con tacto, a los demás a nuestra manera de pensar; y cuando nos equivocamos -muy a menudo, por cierto, a poco que seamos honestos con nosotros mismos- admitamos rápidamente y con entusiasmo el error. "Peleando no se consigue jamás lo suficiente, pero cediendo se consigue más de lo que se espera".

SOBRE COMO SUPRIMIR LAS PREOCUPACIONES Y DISFRUTAR DE LA VIDA

“Lo principal para nosotros no es ver lo que se halla vagamente a lo lejos, sino lo que está claramente a mano”

Deberíamos seguir el ejemplo de un gran buque, en el que su capitán con sólo presionar un botón, puede aislar varios de sus compartimientos. Aunque somos más complicados y nuestro viaje es más largo que el de un buque, tenemos que aprender a manejar la maquinaria que nos permita vivir en compartimientos estancos, al día, como forma de garantizar la seguridad del viaje. Cuando sea necesario, debemos presionar el botón y ver cómo se cierran las puertas de hierro que nos separan del pasado, el ayer muerto, y del futuro, el mañana que aún no ha nacido; de esta forma, quedaremos seguros para vivir el presente.

El despilfarro de energía, la angustia mental y los desajustes nerviosos estorban los pasos de la persona que siente ansiedad por el futuro o el pasado. Cultivemos el hábito de vivir la vida día a día, lo cual no significa que no hagamos esfuerzo alguno para preparar el futuro. El mejor modo de prepararse para el mañana es concentrarse, con toda la inteligencia y entusiasmo, en hacer hoy el trabajo de hoy, en forma excepcional.


Es necesario cuidar del mañana por todos los medios, meditando, proyectando y preparándose. Pero sin ansiedad ni preocupaciones. Cuando estamos sumamente agobiados por los pesares de la vida, por los múltiples quehaceres, por los problemas que parecen no tener solución, debemos parar y pensar: “un paso a la vez, una tarea cada vez.”.

Stephen Leacock escribió: “¡qué extraño es nuestro breve paso por la vida! El niño dice: cuando sea grande. El chico grande dice: cuando sea mayor. El mayor dice: cuando me case. El casado: cuando me retire. Cuando llega el retiro, se vuelve la vista hacia el camino viajado, parece correr por él un viento frío. Hay algo que no se ha logrado y que desaparece. La vida, según lo aprendemos demasiado tarde, está en vivir, en el tejido de cada día y cada hora.” Esta es la regla número uno para suprimir sus preocupaciones.
Esta es una receta rápida y probada para enfrentar situaciones de preocupación, que podemos empezar a utilizar desde hoy:

Analice la situación que le angustia valientemente y con honradez, e imagine lo peor que pudiera sucederle como consecuencia.


Acepte esa situación, si fuera necesario. Sentirá un alivio y una paz que le aclararán la mente y le librará de sus preocupaciones.


Luego dedíquese con calma, con tiempo y energía a tratar de mejorar lo peor (que ya aceptó).
Lo más probable es que no ocurra la peor situación que se imaginó, pero por lo menos usted tendrá a la mano otras alternativas, se sentirá aliviado, con energía, y no se sentirá desvalido y sin control ante la situación problemática.


El 70% de los pacientes que acuden al médico podrían curarse por sí mismos con sólo librarse de sus miedos y preocupaciones. Esto no significa que sus enfermedades son imaginarias - son tan reales como un terrible dolor de muelas y cien veces más graves. Pero enfermedades como la indigestión, úlceras estomacales, perturbaciones cardíacas, insomnio, jaquecas y algunos tipos de parálisis son, en gran parte producto del estrés.


En el caso de una úlcera estomacal: el miedo y ansiedad causa preocupación, la preocupación pone a la persona tensa y nerviosa, afecta los nervios del estómago, cambia los jugos gástricos y estos provocan la enfermedad. Estas úlceras pueden llegar a matar. Igualmente pasa con las enfermedades mentales.


Los trastornos mentales y físicos causados por la preocupación, el miedo, el odio, la frustración, y afines, están en aumento, extendiéndose con rapidez catastrófica. Pueden hacer un enfermo de la persona más vigorosa”.

Las fuerzas que más descansan y recrean son: una religión saludable, sueño, música y risas. Tenga fe en Dios, aprenda a dormir bien, ame la buena música, y vea el lado divertido de la vida - la salud y la felicidad serán suyas.


No todas nuestras preocupaciones son idénticas. Debemos equiparnos para tratar las distintas formas, de modo que podamos analizar cualquier problema. Para ello, debemos:

Averiguar los hechos: sin éstos, nos vamos a confundir más, lo que nos trae más estrés.
Analizar los hechos: pregúntese qué puede hacer al respecto.
Llegar a una decisión y actuar luego conforme a ella: lo más importante es: ¿cuándo va a comenzar a hacerlo?
Si sus preocupaciones se relacionan a los negocios, usted puede reducirlas en un 50% ayudándose de sus colegas, subordinados, compañeros, etc. preguntándoles:

¿En qué consiste el problema?
¿Cuál es la causa del problema?
¿Cuáles son las posibles soluciones?
¿Qué solución propone usted?


Winston Churchill trabajaba 18 horas diarias durante la segunda guerra mundial. Cuando se le preguntó si no le preocupaban sus tremendas responsabilidades, contestó: “estoy demasiado ocupado. No tengo tiempo de preocuparme”.

Pero ¿por qué una cosa tan sencilla como ocuparse elimina la ansiedad? Porque es imposible para cualquier persona, por brillante que sea, pensar en más de una cosa al mismo tiempo. En el campo de las emociones no es posible que nos mostremos a la vez entusiasmados por algo interesante que estamos haciendo, y abrumados por la preocupación. Una de las emociones anula a la otra.


La mayoría de nosotros nos perdemos fácilmente en la acción cuando estamos ocupados en el trabajo cotidiano. Son las horas de hastío las verdaderamente peligrosas, precisamente cuando podríamos disfrutar libremente de nuestro tiempo y ser más felices. Es en ese momento cuando nos preguntamos si estamos haciendo algo importante con la vida, si no estamos dando vueltas en la nada, si el jefe “quiso decir esto o aquello”, si nos estamos quedando calvos, etc.



Cuando no estamos ocupados, nuestras mentes tienden a convertirse en un vacío, y por lo general lo llenamos con emociones. ¿Por qué? Porque las emociones de la preocupación, el miedo, la ansiedad, la frustración, el odio y la envidia son traídas por el aburrimiento y el ocio. Estas emociones son tan violentas que tienden a expulsar de nuestros espíritus todos los pensamientos y emociones pacíficas y felices.

Es por esto que debemos buscarle finalidad a nuestro tiempo, a nuestros días. El secreto para ser desdichado está en tener tiempo de ocio para pensar si se es feliz o no.

Recuerde la regla número dos: ocúpese. La persona preocupada debe perderse en la acción, si no quiere marchitarse en la desesperación.

Es frecuente que encaremos valientemente los grandes desastres de la vida; en cambio, las minucias, los “dolores de cabeza”, nos vencen. Las sabandijas en este caso son aquellas pequeñas cosas que nos molestan día a día, son las pequeñas preocupaciones, las intolerancias, las rabietas, los fastidios, etc.

Disraeli dijo: “la vida es demasiado breve para ser pequeña”. Frecuentemente dejamos que nos perturben cosas tontas que deberíamos despreciar y olvidar. Contamos con varias décadas para vivir, y perdemos muchas horas irremplazables en rumiar agravios, que al cabo de un año habrán sido olvidados por nosotros y por todo el mundo. Dediquemos nuestras vidas a acciones y sentimientos que valgan la pena, a las grandes ideas, a los afectos verdaderos y a las acciones perdurables.

La regla número tres para vencer la preocupación es: no se detenga en insignificancia.


LAURA RESTREPO


Cursó estudios de Filosofía y Letras y luego se especializó en Ciencias Políticas. Ejerció como periodista, muy comprometida políticamente, durante más de dos décadas. El presidente Belisario Betancur la nombró miembro de la comisión negociadora entre el gobierno y el grupo guerrillero M-19, experiencia que dio origen a un reportaje extraordinario, Historia de un entusiasmo, tras el que tuvo que exiliarse, amenazada de muerte, durante varios años. Después ha publicado, con creciente éxito, cuatro novelas: La isla de la pasión, El leopardo al sol, Dulce compañía (Premio Sor Juana Inés de la Cruz y Prix France Culture de la crítica francesa) y La novia oscura, que la han consagrado como la autora colombiana más reconocida internacionalmente. También destaca La multitud errante. Ganadora del VII Premio Alfaguara de Novela con Delirio. Laura Restrepo nació en Santafé de Bogotá en 1950 y escribió su primer cuento a los nueve años de edad. Tras graduarse en filosofía y letras en la Universidad de los Andes, estudió ciencias políticas y fue profesora de literatura en la Universidad Nacional y del Rosario.


A su oficio de escritora se suman el periodismo y la política.


En 1983 el presidente colombiano Belisario Betancourt la designó integrante de la comisión que negoció la paz con el movimiento rebelde M-19. En 1986 escribió Historia de un entusiasmo, que le valió amenazas de muerte por lo que partió al exilio. Vivió entre Madrid y México, donde colaboró con La Jornada y Proceso.


Algunas de sus obras son La isla de la pasión, Leopardo al sol, Dulce compañía (con la que obtuvo en 1997 el Premio Sor Juana Inés de la Cruz); La novia oscura, La multitud errante y el libro infantil Las vacas comen espaguetis.

Colombia ''es un país duro e indefectiblemente uno acaba hablando de tragedia, pero también tiene mucho sentido del humor y temple para afrontar el momento histórico tan duro que vive", añadió Restrepo, recientemente nombrada directora del Instituto de Cultura y Turismo de Santafé de Bogotá, en el gobierno del alcalde Luis Eduardo Garzón.

La novela galardonada, añadió, ''tiene como trasfondo el tema del narcotráfico, casi inevitable cuando se habla de Colombia.


''Pienso que lo que tiene de nuevo este drama visto desde la interioridad, es el tema de la locura, de qué pasa cuando una situación tan adversa no encuentra los resortes mentales para encontrar la lucidez; qué es lo que pasa cuando se revientan los resortes mentales."

Rara historia de amor.

Delirio se basa en la historia de Agustina y su esposo Aguilar, quien un día regresa de un viaje de trabajo de cuatro días y descubre que su cónyuge ''ha perdido literalmente la cabeza".

Es además una muestra de las nuevas imágenes colombianas: ''Ante las realidades institucionales y oficiales tan falsas, tan impuestas como las que privan hoy día, en la mayoría de nuestros países florecen por debajo realidades clandestinas, secretas, que hacen de verdad el alma de los pueblos y la literatura es lo que sirve para sacarlas a flote y oponerlas a la realidad oficial".

Para esta novela, que se publicará de manera simultánea en 19 países, Laura Restrepo utilizó las herramientas de su antigua profesión, la de periodista.


''La primera fase fue la de investigación y ya sobre ella monté la ficción, que es como una maña mía. Hay quienes dicen que lo que yo escribo es periodismo fantástico, los hechos lo tergiverso, los cambio, los aumento hasta volverlos literatura y ese es un vicio que me apareció desde que trabajaba de periodista."


Saramago, a su vez, destacó que más allá de las cuestiones políticas que se leen en el fondo del texto, ''en esta novela se narra la historia de amor de un hombre enamorado hasta la médula Una historia de amor rara. Si no se reconoce en nosotros el papel de amar profundamente, entonces, estamos perdidos.


''Hay dos locuras la de ella (Agustina) y la de él (Aguilar), quien sufriendo humillaciones la sigue buscando como un quijote a su Dulcinea. Que Don Quijote no la encontró, pero en este caso sí."
En esta versión del premio Alfaguara el jurado estuvo integrado por Saramago, Josefina Aldecoa, Javier Cercas, Juan Cueto, Juan González, Daniel Samper y Paz Alicia García diego, quien ya trabaja el guión para la película de la novela Diablo guardián, de Xavier Velasco, ganador el año pasado.


Participaron 635 obras, de las que 444 procedían de América Latina. De cinco finalistas, el jurado eligió Delirio.


DELIRIO


Un hombre regresa a casa después de un corto viaje de negocios y encuentra que su esposa ha enloquecido completamente. No tiene idea de qué le pudo haber ocurrido durante los tres días de su ausencia, y con el fin de ayudarla a salir de la crisis empieza a investigar, sólo para descubrir lo poco que sabe sobre las profundas perturbaciones escondidas en el pasado de la mujer que ama. Narrada con talento y emoción, la historia principal de "Delirio", novela premiada con el último Alfaguara, se fragmenta en otras que se anudan a través de personajes llenos de matices. Su autora, Laura Restrepo (Bogotá, 1950), es una de las escritoras colombianas más conocidas. Su propia vida daría para el argumento de un libro, ya que se graduó en Filosofía y Letras en la Universidad de los Andes y en 1983 fue nombrada miembro de la comisión negociadora de paz entre el gobierno y la guerrilla M-19. En 1986 publicó su primer libro.


Delirio es una acertada muestra de novela cerrada que busca la totalidad; es decir, que en ella inciden varias historias, temas de diversa índole, trabados mediante un uso efectivo de los tiempos en los que cada una se desarrolla y que acaban encajando en la tesis que deduciremos.


Las obras anteriores de Laura Restrepo (Bogotá, 1950), ya conocidas por el público español, derivan, como ésta, del “realismo mágico”. “Lo mágico” resulta la lógica consecuencia del tratamiento de la heroína, Agustina, hija de una rica familia de Bogotá, que manifiesta claros signos de locura. No sólo utilizará la magia del agua, colocando platos y toda suerte de enseres con agua en su casa, en la que vive con Aguilar, separado de su mujer, aunque no divorciado; sino que sufrirá períodos de demencia violenta. En buena medida la novela se desarrolla como si se tratara de un relato policíaco y el lector siguiera por diversos e intrincados caminos los orígenes -tal vez familiares- de tales trastornos.A todo ello, su compañero, antes profesor universitario y ahora vendedor a domicilio, sigue enamorado de esta extraña criatura, alegre en ocasiones y perversa en otras. Como apunta uno de los personajes fundamentales desde el comienzo: “Tu marido anda perdido como corcho en remolino tratando de averiguar qué diantres sucedió contigo y tú misma tampoco sabes gran cosa, porque mira, Agustina bonita, toda historia es como un gran pastel, cada quién da cuenta de la tajada que se come y el único que da cuenta de todo es el pastelero”.


El pastelero, qué duda cabe, es la novelista, a la que seguiremos con gusto por los meandros en los que se desarrolla la oscura historia que lentamente se irá desvelando. En su sustrato hay una cierta fidelidad freudiana, ya que el drama de la familia Londoño se origina en temas de orden sexual. Agustina siente una mezcla de terror reverencial y de extraño amor hacia su padre, a quien, en su locura, pese a haber muerto ya, seguirá esperando. Su hermano menor, Bichi, el único al que ha querido de veras, por su belleza (?), se inclinará hacia la homosexualidad, a pesar o como consecuencia de los castigos paternos. Su relación con Agustina mantiene zonas oscuras, ya que la magia que dice cultivar de niña no está exenta de juegos prohibidos. La rigidez paterna, por otra parte, no es sino otra máscara, que disimulará su relación con su cuñada Sofi, a la que fotografía desnuda en posiciones lascivas y esconde las imágenes en lugar oculto, aunque serán descubiertas por Agustina y Bichi, que se servirán de ellas para sus juegos.


El relato se desarrolla a través de varios tiempos: los de la infancia de Agustina, mediante una conversación con Midas McAlister, su antiguo amante. A éste acaba de derrumbársele su existencia al enfren- tarse, sin haber sido consciente de ello, con Pablo Escobar, a quien servía como blanqueador del dinero de la droga, sobre cuyo mundo se ofrecen algunas alusiones, así como a territorios dominados por la guerrilla, como la hacienda de tierra caliente, una de tres viviendas de los Londeiro. A lo largo de la extensa conversación iremos adentrándonos en este mundo de traficantes de guante blanco y su relación con los delincuentes. El tercero de los tiempos y otra de las historias es la del abuelo de la protagonista, de origen alemán, Nicolás Portulinus, casado con Blanca, músico de profesión, aunque también trastornado. Añorando a su hermana, ahogada en el Rin, el profesor y abuelo de Agustina se suicida en las aguas del río Dulce. ¿Es la locura de la protagonista producto de una herencia malsana? Tras la historia familiar, de base naturalista, observaremos el análisis de la clase alta bogotana, a la que Midas no pertenece, pero que analiza con mirada crítica. él logra una fortuna gracias a Escobar, aunque sólo lo ve en dos ocasiones, pero las grandes familias no le admiten por ser de humilde origen. La historia familiar desvela la hipocresía que desdeña a cuantos no pertenecen a una determinada clase. Esta familia, creada sobre la mentira, viene a simbolizar el drama colombiano, tipificado por una frase, posiblemente auténtica, de Escobar, acosado por el tratado de extradición a EE. UU.: “voy a invertir mi fortuna en hacer llorar a este país”. Colombia aparece simbolizada por el Crucificado.


Saga familiar, intriga, crónica social, desfile de personajes bien definidos, crítica moral. Laura Restrepo no sólo construye una bien diseñada trama, sirviéndose de los tiempos con extrema eficacia, sino que la novela, de rasgos folletinescos, se narra con un elaborado estilo, sentencioso en ocasiones, descriptivo, poético, fiel a la lengua hablada. Una excepcional novela que debemos recomendar.


lunes, 1 de noviembre de 2010

SAULO ENRIQUE OSPINO PEREIRA

Este escritor colombiano llega a España en 1998 e instala su residencia en la mediterránea ciudad de Barcelona, convirtiéndose ésta en sede tangible de sus escritos.

Es oriundo de Cartagena de Indias "el corralito de piedra". Hermosa ciudad amurallada, rodeada y bañada por las cristalinas aguas del mar Caribe.

Autor de libros inéditos como "Rojo y Negro", "7 Cuentos De Mi Vida y Otros Relatos", "Esas Prosas Del Ayer", “Entre Versos y Canciones Mis Confesiones de Amor”, y de algunos escritos premiados como "Aquel Pañuelo" y "Mis Versos De Papel", ha sido también galardonado en diversos certámenes literarios en la ciudad de Barcelona.

Su trayectoria a la vez como ex profesor de leyes y ciencias políticas en su ciudad natal, le hace ver la vida desde distintas gamas. Al conocerlo descubrimos que con la profundidad que desprende en su mirada, va adornando el papel con recuerdos de su vida, y refleja en cada gesto el candor que hay en su tierra.


DE SU LIBRO “7 CUENTOS DE MI VIDA Y OTROS RELATOS”.


LE PEGA COMO LOS DIOSES

A María Elena, la luz de mis ojos.

Los peloteros de esta época no son como antes, repetía insistentemente mi abuelo, y era verdad según él, y continuaba diciendo que ahora sólo se tenía que vivir del ayer, porque “ya nos ganan hasta los cachacos”. No es posible que de aquellos campeones mundiales no queden casi ni los recuerdos, pues en estos momentos todo se graba y quedan fotos, y videos interesantes de las victorias conseguidas, que son retenidas en los ojos, como en una película de colores. Hoy ves a jugadores que no llegarían siquiera a ser profesionales en nuestra época, y lucen atuendos y zapatillas de marcas con alegría. Ellos con sus caras bonitas han llenado las revistas y han hecho olvidar el buen béisbol de un tiempo memorable. Mi abuelo seguía creyendo que su pasado pudo ser mejor, pero aquella lesión lo marginó injustamente.

Él era un buen pelotero, nacido en el barrio Getsemaní, origen de las viejas glorias del béisbol cartagenero. Aquel era un tiempo en el que se acudía con todo fervor al estadio Once de noviembre, llamado el templo del béisbol colombiano, y se trasmitían los partidos por la radio. Visualizabas según mi abuelo, cuando el pitcher levantaba las manos, se tomaba todo su tiempo y lanzaba aquella pelota de fuego a cien por hora o más, entonces el bateador esperaba la bola como quien espera la oportunidad para un beso bien dado, la mira fijamente y calculaba el momento indicado, dándole no con toda sus fuerzas, sino uniendo técnica y fortaleza ayudado por un elegante “swing” que hace que aquella pelota se eleve como los ángeles para convertirse en un home run, ese que se hace más importante cuando se logra con bases llenas y en el último inning.

A mi abuelo le brillaban los ojos siempre que me contaba cualquier historia que fuera de béisbol. Yo terminé jugando el béisbol por él, pero era uno de los peores de la escuela, se me escapaban todas las pelotas de las manos y en ninguna posición lo hacía bien, por lo cual jamás tuve la oportunidad que quise para que el fuera un poco más feliz. A mi me hubiese gustado intentar jugar entonces al fútbol, pero nunca pude decírselo, pues no creí justo inclinarme por ese juego bruto de veintidós bárbaros detrás de una pelota como afirmaba él. “menos mal que mi nieto es beisbolista como su abuelo y como su difunto padre, que si no muere, quien sabe a donde hubiera llegado”, pues Enrique, mira bien que te digo, continuaba diciendo, “qué no te veo como un loco detrás de una pelota, pegándote patadas con los otros por todas partes".

Yo vi algunas fotos en blanco y negro de mi padre, en el álbum que guardaba mi madre debajo de la cama, y el cual ella pensaba que yo nunca había visto. Allí vi por primera vez a mi padre empuñando un bate con posición y mirada desafiante, y a decir verdad, tenía cierto estilo. Es muy extraño que una persona tan joven y llena de vida como repetían todos en casa, un día cualquiera no se levante de la cama, se quede como dormido para siempre. El béisbol nacional se enluteció, pero más mi madre, que a partir de allí no volvió a vestir colores vivos, ni a hablar de béisbol.

El primer día que mi abuelo decidió acompañarme a un partido, iba tan alegre con su gorra blanca y una camiseta de sus viejos tiempos, que si lo pienso bien, parecía más beisbolista que yo, y eso que yo llevaba puesto el uniforme de mi equipo. Estaba orgulloso de mi, me decía “ya verán todos quien nos sacará de la pobreza en casa, y devolverá la gloria al béisbol de la costa”. Aquel día le dijo a dos amigos de sus tiempos que lo acompañaran a verme jugar, que al fin volvía el béisbol bueno a los campos de Cartagena. Yo estaba seguro que la cagaría, pues nadie se vuelve un buen jugador en un segundo.

Al finalizar el partido mi abuelo me dijo con voz apagada “tu tranquilo Enrique, yo empecé a jugar peor que tú, sólo han sido dos errores, y ya aprenderás a darle mejor a la pelota, es que te han puesto un bate muy pesado, y los otros jugadores son más grandes”. Y no habló más. Se quedó con sus dos amigos en el quisco de la esquina. Yo sabía que me había dicho aquellas palabras porque yo era su nieto, por nada más, y aunque me acosté bastante tarde aquella noche, no lo vi llegar.

Al otro día mi madre me dijo que mi abuelo había salido muy temprano. Yo estaba preocupado, me sentía que lo había defraudado, y me encontraba viviendo algo que no quería vivir, y me sentía muy mal. Sobre las once de la mañana llegó mi abuelo con una manilla nueva, una bola de béisbol y un bate. Entró como cuando uno entra a un estadio repleto de gente que está aplaudiendo y gritando nuestro nombre. Con ese paso imponente de siempre y me dijo “mijo, ven acá, esto es para que le demuestres a todos esos que se reían de ti, quien eres y de qué sangre vienes, les vas a enseñar como se juega esa mierda a todos, pero antes yo te voy enseñar a ti algunos truquitos de viejo zorro”.

Me dijo que me entrenaría todos los días dos horas, y en menos que canta un gallo no sería ni la sombra del que se habían burlado el día anterior. La verdad es que no sé como lo haría, ya que para ese tiempo él rondaba más de setenta años y la vista le estaba diciendo adiós.
El miércoles era el día esperado para empezar los entrenamientos y yo me encontraba muy entusiasmado, casi no dormí, pero mi abuelo no se levantó de la cama. Quedó allí tumbado igual que mi padre, pero con una sonrisa en los labios y una pelota de béisbol en la mano derecha. Yo estaba ya vestido, y pensé que él me estaba esperando en la cocina tomándose el primer tinto de la mañana. Habíamos quedado que nos levantaríamos a las cinco, mi madre entonces seguía acostada en la cama, y salió corriendo cuando yo empecé a llorar. Lo cierto es que no pude despertarlo, ya se había ido para siempre. Ese día a los once años comprendí que el béisbol no era para mi, y que ese deportista del que mi abuelo hablaba y que sacaría a la familia de la pobreza, no era yo.
Al cabo de un tiempo, mi madre también me dijo adiós para siempre. Se fue sin quitarse el luto, y me dejó otra honda herida llena de innumerables recuerdos. Hoy casi con cincuenta años a mis espaldas, veo a mi hija jugar, entonces me acuerdo de mi padre y de mi abuelo, y también de aquellas palabras que mi abuelo me dijo justo antes de irse “tu tranquilo Enrique, yo empecé a jugar peor que tu, sólo han sido dos errores, y ya aprenderás a darle mejor a la pelota, es que te han puesto un bate muy pesado”, “mijo, ven acá, esto es para que le demuestres a todos esos que se reían de ti, quien eres y de que sangre vienes, les vas a enseñar como se juega esa mierda, pero antes yo te voy enseñar a ti algunos truquitos de viejo zorro”, trucos que jamás me enseñó, porque no le alcanzó la vida. Me pregunto hoy, por qué nunca conté con la oportunidad que tiene mi hija de entrenar con su padre, yo no pude hacerlo, y la verdad es que me hubiese gustado.
A María la han seleccionado como mejor delantera del país ¡Y eso que es costeña! Y tampoco se puede negar que hace unos goles sensacionales, todo el mundo en los estadios la aclama y dicen que tiene un gran futuro. Ella le pega como los dioses, espera esa pelota como quien espera la oportunidad para un beso bien dado, la mira fijamente y espera justo el momento indicado, dándole no con toda su fuerza, sino uniendo técnica y fortaleza ayudada por un elegante “swing” que hace que aquella pelota se eleve como los ángeles para colarse entre el portero y el ángulo. María es la heredera de aquello que mi padre y mi abuelo no pudieron transmitirme, pero que de una forma inexplicable llegó hasta ella.
Hoy aún después de tantos años cuando voy al estadio y la veo jugar no puedo evitar acordarme de ellos.
TIEMPO EXTRA

No hay nada que hacer, fueron las palabras que escuchó del médico. ¿Cuánto me queda de vida doctor? Respondió Juan Sebastián. La verdad que no lo sé, no se lo puedo asegurar, igual pueden ser tres años que dos meses. Juan Sebastián, salió caminando de forma muy lenta, como quien lleva los pies atados, la esperanza envuelta en un pañuelo, y el horizonte en ninguna parte, La mirada se le perdía como los sueños de juventud, esos que una vez tuvo y se fueron disolviendo mientras se le amargaba el carácter. La vida una vez más le jugaba una mala pasada, primero en el amor, y ahora con su propia vida, pero ya no tenía treinta años ni un gajo de oportunidades esperándole para comenzar de nuevo.

A los sesenta y tres años el camino se hace más arduo y el sudor más frío. La jubilación era lo más seguro y ahora ni a ella era seguro llegar, pues aquella noticia le cortaba de cuajo el futuro esperado con tantas ilusiones. Adiós a sus anhelos de conocer otros lugares, de ver otros ojos, y contemplar árboles que germinan de forma extraña.

Aquel día Juan Sebastián fue con una idea fija a su trabajo y renunció tajantemente sin dar explicaciones. Subió a un autobús, bajándose frente a la india Catalina, rodeó las murallas y continuó caminando hacía crespo. En Cartagena de indias mirar el mar desde esa perspectiva da una sensación de nostalgia y alivio, y más si se hace casi a las seis de la tarde, en que la lontananza castiga las vista con la huida vertiginosa del día. Juan Sebastián observó a lo lejos a varios pescadores que terminaban su faena. Se fue acercando y escuchó mientras el más joven era objeto de reproches e insultos de uno de los tres pescadores, al parecer era su padre, que le incriminaba por la dejadez en que realizaba el trabajo. El más viejo de todos, miraba y bajaba la cabeza, como si con eso dejara ver que no estaba de acuerdo con aquello que ocurría delante de sus ojos. Juan Sebastián, se sentó frente a los espolones de aquellas playas. Esas rocas prominentes lo hacían sentir más solo que nunca, mientras parecía mirar el firmamento sin esperanzas, pero en realidad lo que observaba eran sus recuerdos pasar fugazmente por sus ojos, y otras tantas cosas que pensó serían de distintas formas y que la misma vida le estaba enseñando con diferentes mascaras. Pasaron las horas, pero no se percató de los minutos diluidos, cuando se quiso dar cuenta, ya los tres pescadores yacían en su morada. Juan Sebastián se dirigió a la canoa, la empujó con mucha dificultad hasta al agua, se subió en ella mientras sintió como ese pedazo de madera se iba alejando lentamente de la orilla.

Cuando no te queda casi nada, y te arrebatan la esperanza de vivir, entonces sólo quieres poner fin a las migajas que te quedan, a esos días que son como una sobra, como aquellos granos de arroz que un día cualquiera lanzas por lanzar a las palomas en un viejo parque. Juan Sebastián allí anhelo más que nadie ser quien nunca fue, y haber gozado de una vida distinta a la que había tenido, fue mezquino con él mismo, pues su rectitud lo alejó de buenos momentos, eso ahora le pesaba más de la cuenta, porque su carácter indomable lo distanció de buenos amigos, y el sabor agridulce de su vida ahora le cobraba la factura a un alto precio.

Juan Sebastián era un hombre sin deudas, sin mujer y sin hijos. Con una vida vacía, simple y triste. Había estado casado, pero su mujer lo había dejado por una antiguo profesor, de allí aquella desconfianza que lo perseguía en cada momento. Era hijo único, y sus padres lo habían traído a la ciudad de un pueblo llamado los Palmitos, del cual sólo recordaba el nombre, ya que él era muy pequeño cuando sucedió aquello. Creció en el barrio Olaya, y luego después de estudiar la secundaría, entró al “S.E.N.A”, donde se graduó de soldador. Luego trabajó en una gran empresa, cambió de barrio y se casó, pero eso no duro nada, al poco tiempo la separación fue un duro golpe en su vida. Más adelante se refugió en su trabajo, y en la misma empresa donde empezó a trabajar, llegó a ser jefe de personal. A esa empresa dedicó todo, y era la única que le había proporcionado las grandes satisfacciones de su vida.

Él no tomaba alcohol, ni fumaba, ni frecuentaba fiestas o amistades, y desde el día que descubrió aquella infidelidad, su alegría se apagó para siempre. Es muy difícil olvidar aquello que nos causa daño, y eso era algo que Juan Sebastián tenía muy claro. Él se preguntaba que había hecho para sufrir tanto, por qué no había jamás esa oportunidad de ser feliz. No recordaba en su vida más de dos días alegres. La única mujer a la que había amado le arrancó sus ilusiones de crear una familia. Ese maldito profesor le había arrancado el amor de su vida. Ya no conocería con alegría los lugares que deseaba visitar, para que ir, si ya se le habían caducado los días. A nadie le importaría su ausencia, estaba seguro de ello, pues nadie extraña a personas como él, y sus manos ya un poco caducas secaban las lágrimas que brotaban de su rostro envejecido. Pocos podrían saber lo que él sentía en su interior, y que es imposible seguir cuando sabes que ya estás muerto y estás viviendo tiempo extra.

Llegó la noche y Juan Sebastián se introdujo sigilosamente entre las negras olas que poco apoco iban azotando la frágil canoa como a un barco de papel. Se había desprendido de su celular entre las piedras que rodeaban las playas, como evitando que alguien pudiera saber donde se encontraba por el mero hecho de llevarlo, por eso no escuchó las insistentes llamadas que le hicieron.

Nadie supo si Juan Sebastian la noche anterior se lanzó al mar voluntariamente, o si la canoa se hundió con él entre las aguas embravecidas de aquellas playas de Cartagena, pero lo que si es cierto, es que los pocos que asistieron a su entierro, no comprendían los motivos de su muerte, sólo coincidían al decir que había muerto como vivió “solo”, y que su vida fue triste y rodeada de incertidumbre así como su fin. Su médico se encontraba en una esquina mientras lo velaban, y leía un periódico que anunciaba en la página de sucesos “Cuerpo de hombre mayor, aparece ahogado frente a las playas de marbella”.

Ese mismo día, un vendedor de guarapo y cervezas, que transitaba bajo el sol radiante de las playas de la heroica, encontró su móvil entre las piedras. Miró que tenía muchas llamada perdidas de un tal Doctor Cifuentes, lo escondió rápidamente en el bolsillo de su pantalón y se alejó apresurado de la zona.En la otra punta de la ciudad en la sala donde se velaba a Juan Sebastian, se le acercó al Doctor Cifuentes una mujer que le preguntó en voz baja al oído. ¿Doctor, cree usted que hubiese ocurrido lo mismo si se entera que las pruebas no eran las suyas? No lo sé Jessica, pero no creo que sirva de algo hablar de eso ahora. Entonces el Doctor la tomó de la mano, la miró fijamente a los ojos y se escabulleron sigilosamente entre la gente, como evitando que alguien al verlos, les pudiera leer el pensamiento.
LAS MUJERES DE LA CASA BLANCA

Siempre quise vivir en una casa como esa que vi aquella tarde, blanca, de ventanas grandes y paredes de madera.

Aquellas mansiones americanas me llamaron la atención desde niño, desde el día que observé a una Juana, la amiga de mi hermana mayor enseñarle aquellas fotos. En las fotos aparecía el novio de Juana sentado al frente de la que parecía su casa. Me llamó también la atención una silueta al lado de él, que al parecer no vieron ni Juana ni me hermana Isabel, ya que no hicieron ningún comentario al respecto. La imagen era la de Juana.

Cuando Juana y mi hermana se fueron a la habitación, miré nuevamente aquellas fotografías dejadas en el sofá, y observé que en todas aparecía esa silueta a su lado. La figura era la de Juana con más edad, pero no se lograban divisar bien los rasgos, ya que se veía como semitransparente, pero aún así yo sabía que era ella. Desde entonces devoré todos los libros que hablaban de apariciones extrañas en fotografías o cintas de películas, también escuché algunas grabaciones de otras situaciones, y en realidad es sorprendente, pero no puedo negar que dudé de algunas.

Con el tiempo, olvidé aquello. Un día supe que Juana se había ido a los Estados Unidos, y se había casado con aquel chico. Llegaban fotos y cartas de Juana a casa, y mi hermana hablaba por teléfono con ella. Una tarde se me dio por ver las fotos de Juana después de tantos años, lo cierto es que siempre me había gustado mucho, pero me llevaba más de diez años y era utópico aquel amor para mi. En una de esas fotos aparecía con su novio en la iglesia, era el día de la boda, y quedé impresionado al ver nuevamente la misma silueta que había visto en su día al lado del novio americano. Esta vez esa silueta se encontraba entre ellos, y le pregunté a mi hermana y a mi madre si lograban verla, me dijeron que estaba loco, que allí no había nada, entonces cambiamos el tema, pero a mi cabeza volvía en las noches esa sensación extraña de quien sabe que había algo más en aquello, pero carecía de medios para averiguarlo.

Pasaron más de cinco años desde aquel suceso, cuando un día me encontraba en casa durmiendo la siesta y desperté por el llanto desconsolado de mi hermana y mi madre. ¡Juana había muerto! Fue lo que escuché mientras trataba un poco aturdido de entender lo que en realidad sucedía. Mi hermana hablaba por teléfono con la madre de Juana, que se disponía a viajar a los Estados Unidos, porque le comunicó su esposo el trágico suceso. Mi hermana que era como su hermana no podía creerlo, si apenas había pasado una semana cuando realizaban planes ella y su esposo para vacacionar en nuestras costas caribeñas. Yo no dije una palabra, y volvieron aquellas imágenes, las de las fotografías. Nunca supimos como fue que murió realmente, primero dijeron que calló por las escaleras de su casa mientras caminaba sonámbula, cosa que jamás se confirmó. Otro día nos contó su madre que fue muerte súbita, que murió de la misma forma en que lo hizo la primera esposa del americano. Yo desconocía que él hubiera estado casado anteriormente, y la madre de Juana también decía lo mismo, que lo supo en su estadía en los Estados Unidos. Mi madre entonces decidió preguntarme sobre la imagen que yo afirmaba ver en las fotos, y le dije que se parecía a Juana, por supuesto no me creyó, ya que sabía del amor juvenil y enfermizo que siempre sentí por ella.

Yo me preguntaba constantemente que le había pasado en realidad a Juana, porque cuando sientes que falta algo en lo que te cuentan, es porque falta algo y allí faltaba algo importante. Le dije a mi hermana que me buscara aquellas fotos que habíamos visto hacía ya más de quince años. A los dos días apareció con un lote de papeles amarillentos, y muchas fotos que le había entregado la mamá de Juana. En casi todas aparecía Juana de niña, pero seguimos buscando hasta que encontramos aquella foto que queríamos ver. Ya la casa no me parecía tan impresionante como antes, y la figura no la logré divisar ni en esa foto ni en las otras en las que antes aparecía, sin embargo aquella imagen no la podía arrancar de mi mente, pero de las fotos se había desvanecido como por arte de magia.

El día catorce de abril de ése mismo año, no lo podré olvidar, nos sorprendió la noticia de los telediarios en los que se anunciaba del asesino de las mujeres de la casa blanca, portada con la que habían amanecido todos los diarios estadounidenses, al descubrirse en la casa del que había sido el esposo de Juana, varios cadáveres de chicas desaparecidas durante veinte años atrás, y que no habían sido jamás encontradas.

Con los días descubrimos que todas aquellas chicas se parecían a Juana.
OTRAS MAÑANAS

Vendrán otras mañanas, otras mañanas como las de ayer, y volveré a pensar en ti, y te imaginaré resplandeciente, cálida y hermosa como aquella noche.

Veré otra gente y otros rostros, conoceré otros nombres y otros brazos tratarán de arrancar tus recuerdos de mi vida y entrarán y se posarán en mi memoria.

Y yo te seguiré imaginando tan lejana como siempre, pero seguro comenzaré a amar de nuevo a otros labios que buscaran mis labios vorazmente y en soledad te darás cuenta que jamás volveré a tirar piedras a la luna por un amor.

No volverán las noches de insomnio, ni las miradas perdidas en la aurora por tus ojos, y tus caminos pasajeros se apartarán de mi como ayer, sin esperar regreso, y mis sonrisas alegres no preguntaran por ti

Mañana cuando nuevas esperanzas surjan en mi vida…ya tú no estarás…

LOS SUEÑOS, SUEÑOS SON

Ignacio se sentó en la banca y empezó a leer aquel cuento, llevaba casi toda la colección leída, cuando su hermano Carlos llegó y le dijo, ¿Que haces leyendo nuevamente ese cuento, si ya la semana pasada lo leímos? Ignacio no podía creer lo que escuchaba, -¿Pero qué dices? No he leído este cuento, es el nuevo, el de ésta semana. Claro que lo leímos. Entonces Ignacio le dijo a Carlos que le contara lo sucedía en el cuento, y fue cuando Carlos le comenzó a narrar lo que el estaba leyendo, y todo sucedía exactamente como lo narraban sus palabras.

No fue la primera, ni la única vez que le sucedió eso a Carlos, llámense poderes, o como se llamasen, él los tenía, podía ver parte de las cosas que estaban por ocurrir antes que sucedieran, se adelantaba a los acontecimientos detallándolos de forma exacta, sin temor a equivocarse, un día mientras esperaba con su hermano el autobús del barrio para ir a clases, le comentó, -Ignacio, esto ya lo he vivido- - ahora vendrá un autobús girando la esquina, y una mujer con falda roja irá sentada del lado izquierdo en el primer puesto-. Ignacio quedó perplejo, pues sus ojos vieron inmediatamente el autobús empezar a girar la esquina y mientras se acercaba, vio como a la mujer de falda roja estaba sentada realmente en el lugar que el había dicho. Y así de uno en uno se iban sumando sucesos en su vida que nadie podía explicar.

Un día Ignacio se levantó, diciendo que había tenido un sueño, estaba sudado y muy asustado, y gritaba que había visto un cuerpo vestido de gris dando vueltas por los aires y caer sobre el automóvil, y aquel automóvil se daba a la fuga, mientras el cuerpo quedaba en la carretera, pero que no lograba ver el rostro de la persona. Carlos se encontraba muy inquieto, y aturdido por aquel sueño, ya que él pocas veces soñaba. Carlos no era como su hermano Ignacio que soñaba todos los días, inclusive, soñaba tanto que siempre amanecía cansado, y decía que estaba cansado era de tanto soñar, levantándose algunos días inclusive hasta con ojeras. En sus sueños casi siempre se veía como un súper héroe y volaba como superman, en otras ocasiones lo perseguían y mientras más corría, más lo se le acercaban y lo curioso de todos esos sueños es que no se podía despertar, no era como esos otros sueños en que podemos manipular lo que soñamos, esos sueños de eran distintos.

Aquel día de su cumpleaños era jueves, y su mamá les regaló un gatito blanco con negro, les dijo que tuvieran cuidado con el, pues era bastante esquivo, así que no abrieran la puerta, pues se les podía escapar. Que se pusieran la ropa nueva, pues en la tarde llegarían sus amigos y familiares más cercanos a festejar un rato con ellos. Ya en horas de la tarde alguien llamó a la puerta, era Julián, un primo de ellos, y mientras Carlos abría la puerta, el gatito salió corriendo, entonces Carlos salió detrás del gato que doblaba la esquina a toda velocidad, Carlos no vio el coche que se abalanzaba sobre su cuerpo, sólo vio luces mientras volaba por los aires. Su cuerpo quedó en medio de la carretera, su rostro no se veía, quedó tapado por su larga cabellera. Nadie lo podía creer. Su hermano Ignacio estaba inmóvil mientras veía a su otra mitad de vida sin vida en aquella carretera que tanto habían transitado juntos. Carlos vestía aquel día un conjunto de pantalón y camisa gris, un regalo que le había hecho su tía.
Cuentan que hoy Ignacio tiene 77 años y aún recuerda con lagrimas en los ojos la vez que su hermano Carlos le contó asustado aquel sueño, y él le respondió que no se preocupara por eso, que había sido sólo un sueño, “y los sueños...sueños son”.


ANOCHE TE VI

“Quizás debí quererla fugazmente para ser eterno en su memoria” A Zulay.

Anoche te vi y te seguí, por supuesto no te diste cuenta, porque me fui escondiendo en cada esquina mientras te observaba…

Que distinta en verdad estabas, lo cierto es que te prefería como eras antes, pero no te puedo cambiar, el tiempo pasa, las cosas cambian y ¿cómo no hacerlo nosotros?, sería como pedir al día que no oscureciera y que las noches no llegaran con la puesta del sol. Ya lo sabemos, también los amores cambian, van y vienen, unos nacen y otros mueren, es ley de vida. No obstante, aún me pregunto ¿Cómo podré olvidarte?, pues veo que no es fácil, ya que no lo he hecho aún, no sé si es porque en realidad no lo quiero hacer o no puedo…sin embargo me queda una leve imagen tuya en mis adentros diciéndome “te quiero” pero es una imagen ya distante.

Hoy te he extrañado y esperado de la misma forma y en la misma esquina en que lo hacía antes, no sé, creo que tal vez te esperé más de la cuenta…si, y te esperé durante mucho tiempo en nuestra esquina y no pasaste, algo me dice que nuevamente me he quedado esperando tu silueta como aquella tarde, como aquella vez en que tus ojos se olvidaron de mi y tus labios me dejaron sin tus besos, sin embargo perdona por seguir indagando en nuestras calles del olvido o en estas ruinas del ayer, pues creo que ya es demasiado tarde para lo nuestro y a lo mejor esto ya no es amor, es sólo el recuerdo de ese alguien que una vez tuve y ya jamás podré olvidar…


SU NOMBRE ERA RINGO

Su nombre era ringo, pero no era un perro cualquiera, era como una nave espacial, daba vueltas y vueltas en el aire hasta que caía en mis brazos. Aún me pregunto como lo hacía. Cuando yo iba llegando a casa, ya el lo sabía y corría como loco hacía mi, empezaba a dar giros y giros y más giros, si, como un trompo, y de pronto se iba elevando por los aires como un platillo volador hasta que llegaba a mis brazos ya preparados para cargarlo antes que se diera contra el suelo. La primera vez que lo hizo me quedé sorprendido, pero ese era el principio de las facetas y genialidades de un perro singular. Mis amigos también me preguntaban que como era que Ringo, siendo tan pequeño no les tuviera miedo a los perros grandes y los desafiara hasta el punto de tener que intervenir yo a defenderlo y evitar así una masacre ante mis propios ojos.

Resulta que en los años noventa, en mis andanzas de director técnico del América, el era el fan número uno de aquellos partidos al aire libre, en canchas llenas de confetis, silbatos y parrandas juveniles, y lo más insólito de todo era que nadie lo invitaba, aparecía por sorpresa entre la multitud hasta encontrarme. La cancha no estaba nada cerca, pero el se las ingeniaba y llegaba tranquilamente, daba sus vueltas, vueltas y más vueltas, tomaba impulso y otra vez se dejaba caer a mis brazos, como siempre.Todos los días cuando yo venía de la Universidad, me esperaba en la esquina donde vivía mi novia, estaba sentado y mirando todos los autobuses que pasaban, como quien espera a ese alguien que sabe que vendrá. Yo lo veía a lo lejos, y muchas veces traté de esconderme, pero su olfato no le fallaba, al instante daba la vuelta varias veces y me divisaba, entonces salía corriendo con sus ojitos brillantes y su cola delgada dando latigazos al aire, daba mil vueltas en el aire, se elevaba en los aires y caía una vez más en mis brazos lleno de alegría y felicidad. Aún lo recuerdo, que días aquellos, era mi perro, si, fue mi perro más querido y como todo lo que he querido, terminé perdiéndolo para siempre…

Recuerdo que una mañana cualquiera lo vi agitando la cabeza de forma extraña y constante. Se le balanceaba la cabeza de un lado a otro, una y otra vez se repetía la acción, el me miraba y me decía que lo ayudara con sus ojitos, que no entendía nada de lo que le estaba sucediendo, ni por qué, pero que confiaba en mi. Yo estaba perplejo, jamás había visto algo igual.

Lo llevé al veterinario de inmediato y este me dijo que se debía a una como una infección trasmitida por una mosca, que era muy difícil que se recuperara, que el tic nervioso que tenía aumentaría hasta no poder mantenerse en pie. También me comentó que poco a poco se le incrementaría el dolor y sería mejor que no sufriera. Yo sabía lo que me estaba diciendo, pero tuve la esperanza de quienes no tienen nada que perder, de quienes no se rinden jamás y mucho menos por lo que quieren. Le compré los medicamentos como una opción, pero estos no le hicieron efecto. Mi Ringo, mi perrito hermoso y querido se estaba yendo de mi lado y yo no podía hacer nada para evitarlo. Lloraba por las noches mientras lo escuchaba aullar, fueron noches interminables y confusas las que viví esa vez. El me miraba con sus ojos cada día menos alegres y me movía la cola acostado, pues, ya no se podía parar. Con dolor en mi alma decidí llevarlo nuevamente al veterinario haber si aún existía alguna esperanza o una posibilidad milagrosa que no lo dejara marchar de mi, y se desgarró mi alma al escuchar sus nefastas palabras. La eutanasia era lo único que evitaría y acabaría con ese sufrimiento me dijo, pensé durante varios minutos y sin querer hacerlo pronuncie la palabra que apartaría de la vida a mi gran amigo Ringo, mientras el me lanzaba esa mirada que ya hacía algunos días no me lanzaba, como dándome las gracias por la decisión tomada. Entonces vi, como el veterinario le introducía lentamente la inyección letal en sus entrañas. Grabé en mis ojos su vida y en mi vida aquella última mirada que me lanzó, fue una mirada brillante como una estrella. Sus ojitos quedaron abiertos y aunque quise cerrárselos, no pude, entonces vi como se fue levantando poco a poco y corrió hacía mi, y dio mil vueltas y mil vueltas, y mil vueltas más, y mientras se elevaba hacia los cielos, con su cola delgada me dijo adiós…

Su cuerpo lo enterré en un camino por donde yo transitaba todos los días cuando iba a trabajar, para así al pasar acercarme todas las tardes, puse una cruz en su nombre, pero lo cierto es que el no quedó ahí, porque se fue muy lejos. A Ringo aún lo recuerdo como a uno de los amigos más leales que he tenido, y algunas veces al mirar las estrellas lo veo alegre, dando y dando vueltas por los cielos como en aquellos nuestros ya pasados y hermosos días de juventud.

ENTRE CIENTO SESENTA PALABRAS
SUEÑOS ROTOS

Es difícil entender lo que se cuece en la mente de una persona que nos ama sin saberlo.

Después de años él regresó enamorado, y agarrado de la mano de una joven siciliana, Sonia lo vio a lo lejos, como cuando reinaba la adolescencia en sus ojos. Se asomó a la ventana y divisó a su rival. No había comparación entre la joven y ella, pero él no la conocía, y era algo que Sonia lamentaba.

Aquella noche, Sonia volvía a husmear entre ventanas, y observó como se desvestía la joven sin tapujos. Vio unos senos de colinas en las manos del hombre que había sido suyo en sueños rotos. Jugueteaba con sus contornos, mientras se encendía como pradera, y aquel calor profundo volvió a brotar una vez más entre sus piernas.

Sonia no siempre fue así, pero después de aquella noche volvió a ser joven y a sonreír, con el brillo que alegró sus ojos tenues.
A LAS CINCO

Bajaba siempre a las cinco, y la esperaba lleno de dudas. Aparecía con su ilusión al hombro, con uniforme azul y chaqueta a cuadros. Por la ventana notaba su sombra y en un instante aparecían sus cabellos de cascadas alegrando una vez más mi vida.

Jamás sabrá cuanto la amé en silencio. Me entregué a sus besos con delirio y sus caricias surgían a fuego lento. En poco tiempo se unió a mí entre sus suspiros, y la pasión me consumió hacia su destino.

Perdí sin darme cuenta el cielo, y aprendí a ser mortal entre su cuerpo.
Cuando nos sorprendía el reloj, ya eran casi las seis, “hora de clases”, entonces se ajustaba el sujetador a toda prisa, abrochaba la blusa y se subía bien la falda, para despedirse con un sonoro y dulce beso.

Al marcharse me tomaba de la mano y con su insinuante sonrisa me decía, “nos vemos…ya sabes…mañana a las cinco”.
HACE YA TIEMPO

A mis amigos/as de infancia.

A menudo me acuerdo de ustedes hermosas tardes de juventud, amadas brisas de verano junto al mar y noches bellas frente al crepúsculo de mis viejas vivencias. Hace ya tiempo algo cambió y nunca más he vuelto a ver las cosas como antes. Llegó mi invierno, y con él, el largo y cuestionable silencio de mi vida y en no sé que lejana esquina perdí mi infancia y la inocencia se me olvidó. El tiempo me arrebató esa mirada frágil que ahora me falta y no les diré amigos, que ya no me esperen, porque no sé regresar, es que he engañado al niño que llevaba dentro y me he quedado con el peso de sus años prendido a mis espaldas.

A veces me pregunto si siguen ahí llenos de vida y sol implacable, de un verano antiguo que nos bañó de calor y sudor, a veces busco las aventuras de entonces en mi memoria, y veo que casi todas han naufragado.

Me pregunto si también ustedes alguna vez han buscado nuevamente en las playas de la infancia aquellos tesoros perdidos que buscamos tantas veces en nuestros días de amores “cuando niños”, de bahías donde podíamos soñar instantes de gloria y pasar los malos ratos.

Me pregunto, si alguna vez cuando vuelva la niebla y giman las velas del tiempo a lo largo de la noche, se acordarán de mí, mirando el horizonte y esperando la luz, aquella luz que habitó en nosotros siendo niños y que la nostalgia de otras noches nos borró como tantas otras cosas. He comprendido finalmente y con lamentaciones que se me fueron los mejores días soñando, por eso a veces me pregunto si todavía queda alguien ahí esperando, que sepa de mí y que pueda encontrar y devolverme lo que tanto amé, y también todo aquello cuanto he perdido.

CON ESO NO SE JUEGA

Aquella noche iba con mis dos primos, un hermano y tres amigos más, volvíamos de una fiesta de grado, eran más de las doce de la noche cuando se me ocurrió gritar por las calles de mi barrio que nos saliera la muerta, recuerdo precisamente que mis palabras fueron “Que salga la muerta ahora si es verdad que sale, que salga”, mientras todos trataban de contenerme tapándome la boca, y un poco asustados me decían - como se te ocurre gritar eso, estás loco o qué? -, lo cierto es que iba con unos cuantos tragos encima, pero ni siquiera borracho y lo recuerdo todo como si fuera hoy. Esa noche de diciembre, corrían las brisas como acostumbran a hacerlo allá en mi tierra. Había muchas estrellas alumbrando el firmamento, por lo cual el cielo se veía limpio. Nuestro barrio y más nuestras casas tenían la apariencia de filas de colegio, por la línea uniforme y recta en que estaban ubicadas cada una. Yo viví en una de esas esquinas donde terminaba la fila, precisamente en la quinta etapa, en la manzana 69, lote 8. Antes de llegar a nuestra casa, mi hermano, mis dos primos y yo no despedimos de nuestros amigos, que vivían muy cerca de nosotros, uno de ellos en la calle paralela a la nuestra, y los otros dos en la calle de atrás, antes de entrar a dormir, vimos desaparecer sus largas siluetas en la otra esquina.

Entramos, y una vez allí dentro, decidimos que mi hermano dormiría con mis primos (que no vivían con nosotros) en una de las dos habitaciones de la casa, y como la otra estaba ocupada por mi abuela y mis dos hermanas, yo tendría que dormir en la sala, como lo hacía Eduardo (hermano de mi abuela), que se acomodaba todas las noches en la pequeña sala con su cama de spring (cama plegable). Nuestra sala tenía medidas muy reducidas, mejor dicho, creo que de cuatro metros de largo por tres de ancho. Esa noche me tocó acomodarme en una mecedora tejida por tiras plásticas moradas, que no me dejaban dormir tranquilo porque me marcaban la espalda. Acomodé mi cabeza sobre una almohada. Las piernas las puse sobre otra silla, y así pude conciliar el sueño. Transcurrida la noche, me desperté sorprendido mirando el reloj que se encontraba colgado en la pared justo a mi frente, era de color marrón y en forma de estrella, el que siempre habíamos tenido.

El reloj marcaba las tres en punto, pero me llamó la atención la claridad que provenía del lado izquierdo de la sala donde yo estaba, al girar la cabeza, vi a una mujer mirándome fijamente a los ojos, pero sus ojos eran sólo luces, y carecía de rostro, mientras la miré en fracciones de segundo vi que su silueta estaba cubierta por una túnica de color blanco, ella me miraba, eso era indudable, y yo desorientado miré nuevamente el reloj, mientras me di dos bofetadas fuertes para tratar de entender lo que estaba sucediendo o despertarme de una vez de eso de lo que no estaba seguro que era. Encendí la luz rápidamente, ya que el interruptor lo tenía detrás de mi, y volví a mirar para ver si aún continuaba allí. No lo podía creer, continuaba mirándome con esos ojos terroríficos y parada justo al lado de la cama donde estaba durmiendo Eduardo.

Ella estaba de píe, inmóvil, pero me transmitía miedo, un miedo terrorífico, se veía implacable mientras me estaba consumiendo con su mirada fija, yo sentí que algo se derrumbaba dentro de mi, y en cuestión de segundos me puse de píe y salí corriendo hacía las habitaciones, pase por detrás de la mecedora donde estaba durmiendo y lo peor es que para entrar al pasillo que me llevaba a las habitaciones debía pasar por el lado de ella, lo hice sin pensarlo dos veces, levanté la cortina que daba acceso al pasillo y mientras lo hacía, sentí como sus manos trataban de atraparme, sentí sus uñas deslizándose y rozándome la espalda, y un escalofrío intenso invadió mi ser.

Me lancé a la cama de mi abuela, que al sentirme se despertó por el asusto y me dijo muy aturdida – ¿Qué pasa? – yo estaba temblando, me dio un ataque de nervios, no podía ni hablar, me temblaba hasta la mandíbula, y no sé por qué razón, y con mucho esfuerzo le oculté la verdad, respondiéndole que tenía frío. Mi abuela se levantó, y luego se quedó tranquila, después apagó la luz, mientras yo me arropaba de pies a cabeza y sin darme cuenta, ya no recuerdo en que momento me quedé dormido.

Escuché a mi hermana mayor levantarse, eran como las cinco de la mañana, hora en que lo hacía para prepararse e ir a trabajar. Ella era profesora de ingles y entraba a las ocho de la mañana. Me levanté también y le conté lo que me había sucedido, pero no me creyó. Del lado atrás de nuestra casa había una tienda, ese era un local que teníamos alquilado, y al cual que podíamos acceder desde nuestro patio. Mi hermana fue a comprar el desayuno como de costumbre, pero de pronto vino corriendo hasta donde yo estaba, y algo exaltada me dijo – ni te imaginas lo que acabo de escuchar en la tienda ¿Qué has escuchado? Le respondí que esta mañana cuando Alfonsito (vecino nuestro) venía de su trabajo, vio frente a la tienda a una mujer sentada en el tronco del árbol (ese era un tronco bastante grande que habíamos cortado los amigos del barrio, el cual usábamos como banca. El vecino antes de ver a la mujer, me contó mi hermana, sintió un gran ruido en la calle, al mirar observó una manada de caballos. El aún estaba bastante perplejo por la situación, pues no era habitual que por allí pasaran caballos, y en ese instante miró a la mujer sentada que llevaba puesto un vestido de color negro, él se acercó a ella, ya que era muy temprano para que estuviera allí sola. Lo que le impresionó fue que al detallarla bien, no pudo precisar su rostro, tenía una túnica que le tapaba casi toda la cara, y fue cuando de pronto sintió un fuerte escalofrío y algo extraño le invadió el cuerpo, él de forma amable le preguntó el motivo por el cual estaba allí sola tan temprano, ella no le respondió, la detalló bien y quedó impresionado cuando vio que al terminar su vestido, donde debían aparecer los píes, no había nada, era como si se los hubiesen cortado, pues debían colgarle al menos y no le colgaban, "o sea, que la mujer no tenía pies". Le pregunté a mi hermana, y ella me respondió, es lo que he escuchado - siguió contando. Alfonsito entonces salió corriendo y por la desesperación, no encontraba las lleves para abrir la puerta de su casa, comenzó a gritar, y su esposa al escuchar el escándalo se despertó muy asustada y le abrió la puerta, y él entró muy nervioso. La mujer de Alfonsito contaba en la tienda que su marido estaba en la cama con fiebre y escalofríos, y que llegó temblando por lo que había visto. Mientras mi hermana me contaba aquello, mi miedo aumentaba, y mis ganas de salir de casa se desvanecían.

Cuando todos se despertaron en casa, les conté lo que me había sucedido, mis primos tampoco me creyeron, pero mi hermano como siempre me creyó. Mi abuela me regañó mucho y me dijo - “con esas cosas no se juega, a los muertos hay que dejarlos descansar en paz, pues lo bueno y lo malo existe, y eso es malo, así que cuídate, porque todo entra por los ojos, y más lo malo.”

Eduardo estaba muy enojado porque no lo desperté, él como nunca le tuvo miedo a nada ni a nadie me dijo que quería verla. Les conté a mis amigos y ellos añadieron cosas nuevas a la historia, cosas que yo desconocía. Fue cuando escuché por primera vez y por boca de uno de ellos la historia de aquella mujer, que al parecer había sido asesinada por su marido mucho antes que construyeran el barrio de los Calamares, nuestro barrio, y su cuerpo había sido enterrado allí, justo casi al frente de su casa. En la próxima revista les seguiré contando esta historia real.
ME PREGUNTO SI ME RECORDARÁS

Cuando mueres todo lo que queda es cuanto creaste en la mente de los demás con tus actos o tus palabras. Siempre he tenido la sensación que podía decirte esto, inclusive lo que quisiera. Me pregunto cómo me recordarás mañana. Como el chico que jamás tuvo tus besos o como aquella parte fugaz que jamás llegó a ti. Hay distintas formas de amar, como de ir muriendo, de la segunda una es quedando uno vivo sin ser recordado por nadie, y la otra que lo recuerden a uno siempre sin importar de qué forma. A veces sólo queremos recordar lo que sentimos alguna vez sin indagar en quienes fuimos para otros, quizás el dolor en ese aspecto sea más leve.

A veces utilizamos a algunas personas como un espejo para que nos definan sin saberlo, es cuando nos sentimos inseguros y vamos perdiendo parte de nuestra identidad y cada uno de esos espejos nos va mostrando poco a poco algo que habíamos perdido sin darnos cuenta.

Algunas veces así encontramos esos ángeles que han aparecido en nuestro camino sin saber en dicho momento el por qué, cosa que nos mostrarán los días, los meses o los años, esos en que ellos también desaparecen de nuestro, porque casi siempre lo hacen una vez cumplida su misión. Luego entendemos que ellos fueron enviados para guiarnos y hacernos el camino más suave cuando se nos ponía cuesta arriba y se nos hacia insoportable la subida.

Hoy recuerdo a muchos de esos ángeles de mi camino, inclusive a los que se han ido para siempre. Jamás he olvidado sus miradas ni gestos incondicionales. Llevó en cada paso que doy un agradecimiento profundo y de admiración por su altruismo. He descubierto con los años que la gratitud enaltece a quienes entienden estas cosas. No se puede ser feliz si se desconoce que gracias a ellos somos mejores seres y hemos gozado de una vida más dulce. Esos ángeles nos van limpiando el camino de adversidades y nos hacen sonreír libremente.

Hoy aquí sentado frente a la aurora, y con la mirada perdida en tantas cosas me pregunto si alguna vez he aparecido de esa forma para alguien, hoy me pregunto seriamente ¿Quién fui para ti? “algo efímero como el viento de una tarde veraniega o perenne en tu memoria hasta el final de los tiempos.”

Cuando mueres todo lo que queda es cuanto creaste en la mente de los demás con tus actos o tus palabras.


AQUELLA TARDE FUE DISTINTA

Para Adriana.

Era hermosa como sus ojos, y jamás pensé que sus palabras me transportaran a lugares mágicos de los grandes maestros de la filosofía. Comenzó a hablar y a contar fragmentos de historias, y a leer retazos de escritos y sus labios me dijeron algunas cosas que ya sabía y otras que había ido olvidando en el camino con el tiempo, con los años. Sentado en esa banca bajo los rayos de un sol tenue, de los majestuosos arboles a nuestro alrededor, y la imponente Sagrada Familia contemplándonos, me sumergí en sus historias poco a poco, atrapado por la magia de sus oratoria y de su literatura, y tantas cosas valiosas que hay en ella y que otros de seguro desconocen.

Esa tarde comprendí que no se necesita la edad cronológica, ni experiencia a las espaldas, para perdernos en razonamientos lógicos bien interpretados, y en la madurez de quien sólo debería en realidad vivir la vida como se le antojase, sin preocuparse de esas cosas que la mayoría de jóvenes a su edad hacen. Entré en su mundo mirando sus ojos marrones, y aprendí cosas que ella fue desvelando sin apenas darse cuenta, mientras brotaban de sus labios palabras sueltas como quien da un discurso sin previo aviso, pero que conoce con seguridad los pormenores de lo que trata. Sigilosamente habló de su poeta favorito, y leyó en forma prosaica otros tres escritos de su autoría que aumentaban en calidad a medida que se avanzaba, todos fueron profundos y dejaron dudas divagando en mi interior, esas que los mortales normales necesitamos años para resolver completamente.

Incursionamos en la Grecia de Epicteto, un gran filosofo griego que perteneció a la escuela estoica y vivió parte de su vida en Roma, supe que fue un esclavo, y también que gozó de un buen reconocimiento en vida, charlamos sobre Sócrates, uno de los más grandes de la filosofía mundial, también griego y precursor de Platón, me contó algo que el profesaba opinaba "De no perder nuestras palabras y tiempo con personas que frecuentan lugares de perdición, pues es más fácil que ellos nos corrompan a nosotros, que nosotros hacerles cambiar de idea"; también habló de Marco Aurelio, gran militar, y político Romano de la época de la República, que tenía un diario del cual se extrajeron gran cantidad de frases importantes, las cuales fue escribiendo mientras se encontraba en las guerras. también añadió que Marco Aurelio hacía grandes reflexiones que lo llevaban a entender bajo silogismos que no era dueño de nada "Entonces no entiendo por qué hay personas que se creen dueñas de tantas cosas siendo nosotros seres tan efímeros como decía otro de los escritos que también leímos” Seguimos hablando sin darnos cuanta hasta que las horas nos marcaron el final, pues las horas pasan tan rápido como la vida misma, y había compromisos que cumplir, que no podían seguir prorrogándose, entonces nos despedimos.
Al final sacando las conclusiones, creo que aquélla tarde fue distinta, la miré mientras se alejaba con sus pasos rápidos y firmes, con falda y camiseta azul, con su mochila cargada de libros, parte de sus pensamientos en la libreta, y con sus chapas de Star Wear colgando. Antes de alejarse me hizo una pregunta que no supe responderle, quizás ella misma encuentre algún día en su interior las respuestas que no alcancé a brindarle, son sus dudas, y desconozco ciertamente ese terreno del cual me habló. Quise darle mi opinión particular, pero preferí callar a decir cosas que pudieran confundirla. El tiempo resuelve las dudas me decía mi abuela y de seguro también lo hará con ella.

Aquélla tarde fue distinta, miré sus ojos marrones, y sin ganas de hacerlo nos dijimos adiós.


FRENTE A LAS PUERTAS DE AQUEL COLEGIO

Oswaldo Santa María se encontraba alegre por haber conquistado a aquella joven, es más, ni lo creía, porque le fue más fácil de lo que pensó. Y allí estaba esperándola. Se había puesto su mejor ropa con su clásico pantalón de lino para no perder la formalidad que lo caracterizaba, se engominó el cabello y se dio las tres palmaditas de la buena suerte, esas que jamás le fallaban cuando esperaba alguna de sus calificaciones.

Mientras la esperaba a la salida de aquel inmenso colegio, veía salir y salir a cientos de chicas jóvenes uniformadas del colegio de al lado, y en cada una de ellas la veía. Esas medias blancas casi hasta las rodillas, luego la falda de cuadros azules y blusa con una pequeña corbata le daban un toque de morbo especial a aquellas chicas, era como si estuviera esperando a la típica colegiala de las películas porno, pero con la salvedad que esta no era de pago sino por amor, añadiendo entonces romanticismo a su vida.

Ella no imaginó que Oswaldo Santa María la iría a esperar aquella tarde a la salida de clases, es más también había olvidado advertirle que jamás fuera por ella al colegio, porque su padre era un hombre muy amargado y de vez en cuando pasaba por ella. Que se enfadaría mucho si algún muchacho trataba de calentarle la oreja a la niña de sus ojos. Eso fue lo que precisamente les había dicho a los dos anteriores novios que tuvo, por lo cual siempre se veían en sitios distintos a aquel colegio. Ella esperaba aquella noche para llamarlo y decirle que se podían ver al día siguiente, pues le interesaba ver con él una película que estaban anunciando, entonces allí le diría lo de su padre, que además contaba con una tía chismosa cerca del colegio que no se despegaba de la ventana y se encargaría de contarle todo si alguien iba a buscarla.

Oswaldo Santa María se estaba tomando una coca cola cuando de pronto apareció su amigo Salvador Atencio, con quien había estudiado en la secundaría. Hacía más de cinco años que no se veían y el abrazo fue efusivo, no era para menos, entonces Salvador Atencio le preguntó a Oswaldo ¿Qué haces por aquí? que grata sorpresa viejo, años sin verte. La sorpresa es mía, contestó Oswaldo. Y así continuaron hablando mientras Oswaldo esperaba a la chica que desde hacía dos días se estaba metiendo en sus sueños. Salvador Atencio le comentó a Oswaldo Santa María que venía a buscar los jueves y los viernes a su novia, que eso era algo que a ella le encantaba. También añadió que con ella llevaba tres años y medio, y estaba súper enamorado, que era una gran chica y si tenía la oportunidad quizás se la presentaría a la salida de clases. Salvador se encontraba terminando la carrera de odontología, la misma que honoríficamente habían desempeñado su padre y sus abuelos paternos, en cambio Oswaldo trabajaba en la empresa de su hermano mayor, era de menos recursos económicos que Salvador, pero eso no había impedido algunas de sus metas a corto plazo, como por ejemplo, ser elegido el primer joven menor de 25 años en crear 3 programas de informática capaces de gestionar la administración de viviendas alimentadas por luz solar. Esto ayudaba al ahorro de energía más o menos del 45% del recibo mensual, y estaba obteniendo una respuesta en el mercado que jamás hubiese imaginado, ya que las empresas y hogares pagarían menos en sus facturas de consumo. Se había disparado la demanda en la empresa de su hermano, y había obtenido un premio regional de joven talento en software de alto rendimiento.
Oswaldo Santa María era un chico dedicado totalmente a sus estudios, no podía darse el lujo de repetir materias, y su casa estaba repleta de galardones, lastima que su madre no pudo ver ninguno de sus logros. Ella había abandonado este mundo por una dura enfermedad, en cambio su padre, era un hombre mujeriego y entregado al desorden del alcohol. Jamás se había interesado por él, ni sus otros dos hermanos, los cuales habían tenido que salir adelante por si solos.

Oswaldo Santa María, estaba ilusionado con aquella conquista, pero no estaba muy familiarizado con las relaciones amorosas, no sabía lo que era estar enamorado, nunca lo había estado en realidad y quizás eso que estaba sintiendo en el estomago era el amor, ese cosquilleo y respirar profundo que lo hacía sentir raro. También sentía que cuando creía verla se le aceleraba el corazón más de la cuenta, y eso lo ponía más nervioso en segundos.

Sonó la campana que señalaba la finalización de las clases de aquel colegio, y empezaron a bajar los estudiantes. La Concentración Educativa fue un gran colegio, en sus mejores tiempos fue el número uno de la ciudad, luego cayó en decadencia al morir su fundador, y pasó a formar parte de los colegios del estatales. Dicen que su fundador le vendió su alma al diablo, con tal que aquella fuera una de las instituciones más prestigiosas del país, sin pensar que después de morir él, continuarían sucediéndose una tras otras las muertes de estudiantes. Era algo insólito, pues cada año para la misma época un estudiante de la Concentración Educativa perdía la vida por circunstancias distintas, cosa pocos habían analizado.

Oswaldo vio a lo lejos mientras bajaba aquellas gradas a Jennifer Méndez, que venía luciendo como una verdadera reina el cantoneo de su cintura, deslizando las piernas por aquellos peldaños con la elegancia de los caballos de paso. Fue cuando Salvador le dijo a Oswaldo, allí viene mi novia, te la voy a presentar. Salvador llamó entonces a Jennifer que no lo había visto sentado en la tienda del frente. Oswaldo le dijo ¿Tu novia se llama Jennifer?, y Salvador respondió alegremente, si Jennifer Méndez, pero ya Jennifer estaba frente a ellos. Se encontraba impávida, como si la hubiesen sacado de un témpano de hielo. Salvador le dio un beso a Jennifer mientras Oswaldo Santa María observaba absorto, sintiendo como un nudo en la garganta le arrebataba el aíre para respirar. Se presentó con Jennifer invitado por los gestos de cortesía de su amigo Salvador Atencio, y luego dijo, bueno yo me voy, parece que mi novia no ha venido hoy a clases, así que quizás será en otra oportunidad que tenga el gusto de presentártela Salvador, ya te llamaré, se despidió de Jennifer diciéndole que había sido un gusto conocerla y dándole un fuerte abrazo a Salvador, se marchó.

Oswaldo Santa María siguió caminando sintiendo como todas las miradas del mundo se clavaban en su espalda. Llevaba los pies de plomo y el alma en las manos. Temblaba de rabia y aturdido entre sus mil preguntas, quiso entonces volver al instante antes de conocerla, para evitar así enamorarse de los labios más traicioneros que había conocido, de la mujer más falsa y fría que había visto. Pensó en su amigo, en lo que le depararía si lograba casarse con ella. Pensó en su soledad, y en eso que estaba sintiendo en el pecho, en quienes siempre le decían que el amor era bello y puro, en eso que el no conocía. Intentó borrar en un instante y de un plumazo aquel beso que lo ilusionó como a un niño, para sepultar de una vez por todas, esa parte su vida que jamás deseó vivir.
SIN LA LUZ DE SUS OJOS

A Eduardo y María, mis viejos del alma.

Muchas veces me pregunté cómo podía caminar sin tropezarse con las cosas que por su lado estaban, utilizaba las manos como si fuesen sus ojos, iba tocando suavemente con sus dedos las paredes, y así mientras palpaba las cosas, se orientaba en aquella casa que era su habitáculo. Creo que él tenía ochenta años cuando se quedó ciego, no recuerdo los años antes, ni como se fue produciendo esa oscuridad en su vida.

Él, de por si tenía un carácter fuerte, muchas veces agrio, pero quien lo conocía realmente sabía que era uno de los mejores seres, y con un corazón grande como los cielos. Aseguro que jamás lo vi derrumbarse ante esa situación que le trataba de arrebatar parte de su arrogancia, y altivez, pues seguía siendo aquel hombre orgulloso y lleno de vida como en sus mejores días, sin desprenderse de la nobleza que llevaba dentro.

No sé desde que edad conocí a Eduardo, creo que de siempre. No hubo un día en que no lo viera con nosotros, hasta el día que murió en mis brazos y en los de mi hermano, pero eso fue muchos años después de aquella ceguera lamentable que le perturbara la vida. Mi abuela María, era una mujer tenaz, un día cualquiera se propuso a buscar un médico que lo operara para evitar que siguiera divagando entre las sombras y tinieblas de nuestra casa. Ella sabía de antemano que no contábamos con recursos económicos, pero los obstáculos la incentivaban. Yo al verlo así, sentía mucho dolor, pensaba que una persona de su carácter se hundiría cada vez más en ese abismo impredecible de quienes van perdiendo el horizonte en cada paso.

Eduardo nunca se rindió ante esa adversidad, igual que jamás lo hizo ante todas aquellas que se le fueron presentando a lo largo de sus días. A Eduardo lo operaron de la vista, y volvió a ver mejor que la primera vez, divisaba a lo lejos al camión de coca cola, cuando a penas se estaba acercando a la tienda, nosotros aún no lo habíamos visto y él nos decía "mírenlo, allá viene, es aquel que viene doblando la esquina", parecía mentira, pero así era. Su vista se recuperó cien por ciento, y volvió a tener la destreza y agilidad en el andar que había tenido anteriormente. Transportaba más de cincuenta cajas de refrescos al hombro de un lugar a otro sin caerse y sabía cuántas botellas teníamos “las contaba siempre” y cuantas se habían robado los clientes, todos esos datos los guardaba en su memoria.

Era fuerte como un roble, y siempre lo vi ayudando a mi abuela. El día que murió, se levantó con un fuerte dolor de estomago, yo estaba en la tienda que teníamos en la parte de atrás de nuestra casa, y de pronto mi hermana menor me llamó bastante preocupada, me dijo que Eduardo estaba bastante mal, lo miré y la verdad fue que me preocupe mucho, pues jamás lo había visto como esa mañana, estaba pálido como un papel, sin embargo seguía con sus bromas de siempre, pues al llegar mi novia le dijo algunas cosas graciosas y todos nos reímos. Un amigo salió a buscar un taxi, al traerlo, lo subimos, y como nunca Eduardo empezó a caminar de forma muy lenta, y con un gesto de dolor en su rostro que reflejaba una agonía interna.

Lo trasladamos de inmediato a la clínica más cercana, como cuando murió mi abuela, ya se calcaban los pasos, las situaciones y las clínicas donde los llevamos, todo era igual, un mal presentimiento me médico pronunció las nefastas palabras ¿Son ustedes los familiares de la Sra. María?, precedido de un silencio que nos contagió a todos los allí presentes, siguió diciendo: lo siento, hicimos todo lo que pudimos, pero ha fallecido. Yo al escuchar esas palabras salí corriendo a una esquina desesperado, me escondí y comencé a llorar torrencialmente, no sé durante cuánto tiempo lo hice, pero cuando abrí mis ojos, mi cuerpo se encontraba lleno de sangre, mis manos también, me asusté mucho, y me di cuenta que la sangre brotaba de mi nariz, enseguida los médicos me atendieron, pero ya eso no me importaba, mi mente estaba en un lugar distinto.

El vacío que se siente en casa al perder a un ser querido es inexplicable, te sientes solo aún en compañía, y todo te sabe a poco, y más teniendo en cuenta que mi abuela era una mujer autoritaria y que se hacía sentir en todo momento, con voz potestativa y llena de conocimientos y recursos para debatir cualquier pronunciamiento en contra de lo que ella afirmara, esos que se marcharon con ella para siempre.

Mientras atendían a Eduardo en la clínica, llegaron las once de la mañana, y las doce, y la una, y así sucesivamente hasta las 4 de la tarde. Junto a mi hermano mirábamos a Eduardo en aquella cama enchufado a aparatos. En uno de esos momentos después de realizarle el electrocardiograma y otras pruebas más, nos dijo que tenía hambre, que sentía mucha fatiga, entonces mi hermano fue a comprarle algo y le trajo un jugo de manzana, lo que es insólito, es que en la clínica pasaron por alto las tantas horas que llevaba sin probar alimentos, y yo era muy joven para ser más exigente con el personal médico, y exigirles la atención necesaria, ya que no le habían dado el más mínimo bocado, y era normal que una persona sin desayunar, y enferma, a las cuatro de la tarde estuviera sin fuerzas y deshidratado. Él se tomó el jugo como si jamás se hubiera tomado uno y ya casi a las cinco de la tarde lo dieron de alta. Llamamos un taxi para ir a casa, por fin me dije en mi interior, “menos mal que se ha recuperado” mientras le daba gracias a Dios por haber salido bien de aquella situación.

Al llegar el taxi, abrieron las puertas de urgencias de la clínica para que éste se acercara y Eduardo pudiera subir sin caminar mucho, en ese momento junto a mi hermano ayudamos a Eduardo a levantarse de la cama, poniéndonos uno de cada lado, con sus brazos encima de nuestros hombros y con los nuestros rodeando su cintura para sujetarlo. Cuando él se levantó, se puso sus chanclas verdes de siempre y caminamos como siete pasos, atravesamos la primera puerta y giramos a mano derecha, de pronto Eduardo se empinó sobre sus pies, y soltó un suspiro intenso que jamás he podido olvidar, e inmediatamente calló con todo su peso sobre nosotros y su cabeza quedó mirando hacia abajo. Era impresionante lo que pesaba entonces. Eduardo se había marchado y nos había dejado de un plumazo, se había también marchado como lo hizo mi abuela, sin avisar, quizás lo deseaba ya desde hace mucho tiempo, y aprovechó aquella oportunidad para hacerlo. No se despidió, pero mi hermano y yo sentimos como su alma se elevó hacia los cielos, mientras dejaba entre nosotros su cuerpo ya viejo y agotado por los años y cansado de tanto sufrimiento, mientras nos dejaba nuevamente solos, sin norte ni sur, ese sur que quizás hubiera sido mejor que su eterna ausencia.

Recuerdo que cuando fuimos pequeños y vivíamos en Barranquilla, Eduardo nos cuidaba, nos preparaba el café, nos bañaba y nos vestía. El fue sin dudas un hombre bueno. Le gustaba prepararnos bastante café con leche para el desayuno, y nos sentaba en una mesita pequeña que mi mamá nos compró, era para niños pequeños entre cuatro y cinco años, esos que hoy creo que teníamos. Era un hombre correcto con alma de niño, típico de pueblo, con sus costumbres provincianas. Cuando discutía con mi abuela (Que era casi siempre), cogía toda su ropa que tenía metida en un costal (saco), y se lo ponía al hombre, diciendo que se largaba de la casa y jamás volvería, que no lo buscáramos, que se iba a perder por el mundo para que nadie supiera de él, sobre todo mi abuela, que era la que le cuestionaba todo lo que él decía, o pensaba. Se marchaba, mientras nosotros lo mirábamos por la ventana alejarse con sus pasos lentos y cargando sus años. Le rogábamos para que no lo hiciera, pero él sin hacernos caso se subía su costal al hombro y se marchaba, vaciando nuestros ojos de lágrimas. Con el tiempo comprendimos que ellos, (Mi abuela María y Eduardo) no podían vivir el uno sin el otro, eran hermanos inseparables y jamás permitían que se hablara en su presencia mal del otro. Eduardo era como un guarda espaldas para ella, la acompañaba en todo. Él con su cabello blanco, y su rostro marcado por los años nos enseñó a ser duros, fuertes y con carácter decidido. Él con sus dos formas de ser, la de niño y la de adulto, nos enseñó a ser felices de distintas formas, y a reír a carcajadas aún después de las adversidades, y de su doloroso adiós.

Eduardo murió aquel cinco de noviembre, de la misma forma en que lo hizo mi abuela el veintidós de julio, sin decir nada, sin quejarse, sin hacernos pasar malos ratos, ni meses en hospitales, ni sufriendo en casa. Ambos salieron de sus lechos para no volver. Eduardo nos dejó el alma destrozada con su partida, y era lo único que ya nos quedaba de aquella infancia nuestra, nos sentíamos protegidos con él, por su carácter, y con su presencia en aquella casa que ahora se nos quedaba grande como el mundo, tan grande como el silencio que nos dejó. Con él se fueron las noches de cuentos y carcajadas, con él se fue gran parte de nosotros.

Eduardo se fue aquel día, sin saber en realidad que nos dejaba "sin la luz de sus ojos".


VERÓNICA Y SUS OJOS CLAROS

No sé, me llama la atención que Ariadna quiera volver, dice que quiere intentarlo nuevamente, ¿Y tú qué quieres? me pregunta, ¿No lo sé? dímelo tu le respondo, ¿A ver quién te entiende? no soy como algo que te quitas y te pones cuando quieres, pero bueno, si quieres intentarlo adelante, a lo mejor lo vivo como un mero espectador, sin involucrarme tanto en tu vida, no vale la pena sufrir otra vez y que te alejes cuando quieras, creyendo que las relaciones son de una sola persona y no de dos. La unilateralidad en el amor no vale, pero seguro que hay a quien le gusta, pero a mí no, sobre todo si la parte que me toca es aquella donde quien decide eres tú.
¡Que no volverá a pasar me dice!, no sé ni que pensar, eso de volver ya no me suena. ¿Que no la quiero? ¡Pero como dice esas cosas!, una cosa es que la quiera y la otra que sea un imbécil y me aguante sus comportamientos absurdos y mezquinos. Dice que es muy duro estar sin mí, que se equivocó, que quiere otra oportunidad, que la perdone, “todo eso me dice, me confunde y llora como una niña”. Todo eso me pone mal.

Dentro de mí hay una parte que no quiere quedarse con la duda si hubiese podido resultar lo nuestro o no. Con ella me han pasado cosas muy especiales, por eso me planteo darnos esa oportunidad. Son casi dos años y no pueden dejarse como si nada, aun recuerdo el día que casi lo hacemos en el ascensor y nos descubrió aquel guardia de seguridad, al final me quedé con las ganas. La última vez que hicimos el amor fue bajo la romántica voz de Frank Sinatra, sonaba en mi viejo equipo de música aquel antiguo disco de vinilo que a ella le gustaba, del que siempre decía que sonaba mejor que todos, pero de pronto le surgió la melancolía y la nostalgia, ¡cómo no!, si ya tenía claro que me iba a dejar. Ahora que lo pienso bien, por eso fue que casi no habló aquella tarde, sólo susurraba a mi oído, y sobre mi pecho decía que no la merecía, que yo era muy bueno para ella.

A veces pienso que había algo más que no la dejaba entregarse del todo, y aunque sus labios eran de fuego y apasionados como su cuerpo, sé que nunca fue enteramente mía.
Ahora viene y me dice que volvamos y sus palabras retumban en mis sentidos de una forma rara.

La verdad es que yo creí que Ariadna podría arrancar de mi mente a Verónica de un pincelazo, pero como otras tantas veces me equivoqué. Sin embrago quise jugar con el margen de que ella lo intentara y fantaseé con que se enamoraba de mi, y yo de ella como de aquel amor que me llenó de silencio, pero no fue así, aunque allí estaba desnuda ante mis ojos, jadeando y sedienta de pasión una vez más.

Quizás era la mejor forma de seguir interpretando el papel de buena amante, y de seguir jugando a amarme como decía. Me quise enamorar de ella y casi lo logro, hasta aquel inoportuno día en que sus palabras hicieron trizas mi alma. Si me pregunta si la quise, es cierto, pero no puedo afirmar si fui más allá de quererla, pues las conjeturas entre querer y amar me dicen que no me dejó. Sólo he amado una vez, pero estuve a punto de volver a hacerlo con ella, y no me arrepiento de lo que vivimos, pero ya sus lágrimas no me queman, ni sus miradas me restan los suspiros.

Su boca ahora recorre todo mi cuerpo, me veo en sus manos y me tiembla todo. El sudor de su piel me gusta, y su olor me excita, pero no pienso en ella, sino en otra, en otra que también me olvidó para siempre como lo hará ella mañana. Yo ahora sé que el camino más fácil sería partir, pero me quedo quieto, a lo mejor también parta mañana con su olvido.

Recuerdo que Ariadna ya no está conmigo, aunque a veces me llama, me pregunta si podemos vernos, le digo que sí, pero la mantengo al margen, distante diciéndole que ya buscaré un día en que podamos coincidir y tomarnos algo. Ya no tengo esa sensación agobiante por ella que sentía antes, el estomago no me da vueltas, ni me late el corazón a prisa con sus llamadas. Así llevamos tratando de vernos más de seis meses, tal vez no nos veamos más, lo mismo hizo Verónica conmigo. Bueno, quien sabe si sería lo mejor para los dos.

Hoy me ha sonado el teléfono y es Verónica, siento que se me sale el corazón, pero no contesto, en realidad me quedo mudo. Se aproxima Sandra y me pregunta qué me pasa, que quien me ha llamado, no le digo nada mientras la acerco a mis labios y nos besamos arduamente como el primer día, pero no es en ella en quien pienso, sino en Verónica y también sueño con sus ojos claros.

A lo mejor quien se quede a mi lado en verdad sea Sandra, y no las otras, las de las otras tantas veces…
ENTRE AQUELLAS PAREDES DE SAL

Hubo un tiempo en que ya su madre no sabía donde llevarla. Era una joven de a penas catorce años y no disfrutaba por causa de aquella situación nada de esos tiempos que tenían que ser los mejores de su vida. La enfermedad era muy extraña, pues el cráneo lo tenía de un cierto color verde y el ombligo se le iba abriendo como una flor. Los médicos no daban con la causa, pero al mirarla nadie podía imaginar que aquella joven con rostro de ángel padeciera tales sufrimientos. Había momentos en que salía corriendo como una loca por las calles del barrio y nadie podía detenerla, hasta que se le daba por aparecer de nuevo sin recordar nada. Su madre optó por mantenerla encerrada en casa para evitar que un día cualquiera no regresara o tuviera un accidente.

Sus ojos eran grandes como dos soles alumbrando a quien osaba mirarla, casi hasta hipnotizarlo, con unas pestañas impresionantes y una piel como la seda. Era educada y prudente. Los vecinos lamentaban lo que le estaba sucediendo. Su madre siempre fue una mujer agradable con todos y con un carácter bastante extrovertido, que hacía que las personas que la conocían quisieran ayudarla. La madre era comerciante, y pasaba viajando de pueblo en pueblo, y donde no la conocían terminaban por hacerlo, gracias a su jovialidad. Pero cuentan que tuvo que vender hasta la casa que le había dejado su padrino a la niña, todo en busca de médicos y brujos de la zona para poder curarla. Ya no sabía que más hacer, hasta que escuchó hablar de Alquímides, un afamado brujo de los montes de maría, al cual ella conocía como una persona normal, sin saber que se dedicaba a eso. Para llegar a aquella zona donde el viví, tuvo que atravesar esas impresionantes montañas bajo un fuerte aguacero. Fueron dos días de camino a solas, con el barro a los píes, y empapada hasta el alma. Llegó al potrero de la familia Vergara, la misma que le había dicho que Alquímides practicaba aquellas ciencias ocultas.

El señor Juan Vergara, le contó a Blanca, que Alquímides sabía mucho, pues cuando nadie había podido curar a su hija, y otros la daban por loca, apareció él, y con una sola sesión supo quien le estaba lanzando mierda de gallina a su hija, hasta ensuciarla toda. El excremento parecía caerle del cielo a la joven, pero nadie veía nada, eso ocurría mientras ella estaba sola, ya sea en el baño, el patio u otro lugar distinto, pero era cierto, ya que ellos se desprendieron de todas sus gallinas y aún así seguía todo igual, porque la joven seguía apareciendo repleta de mierda de gallina por todos lados una y otra vez. Esa fue una situación insoportable hasta que apareció aquel lunes Alquímides, con su tabaco a medio lado de la boca, esa expresión de quien lo sabe todo y sus abarcas de indio guajiro. Se sentaron todos alrededor de él, también estaba el vecino de ellos que los estaba ayudando a dar con lo que le estaba sucediendo a la joven.

Alquímides miró fijamente a los ojos a la joven que se encontraba acostada en una lona sobre el suelo, después de haber bebido un brebaje de hojas que él mismo le había preparado. Les dijo a todos, -por favor salgan, que le tengo que preguntar algo a los espíritus y no vendrán si están ustedes presentes-. Como a la media hora salió Alquímides, y mirando fijamente al vecino, les dijo -Éste es el hombre que le ha hecho esto a su hija, tiene al final del potrero un entierro con un vestido de su hija y varias gallinas muertas, todo lo ha hecho con el fin que ustedes le vendan las tierras, se hace pasar por su amigo, pero es un desgraciado-. Juan Guzmán no daba crédito a lo que decía aquel brujo, y se defendía diciendo “Eso es mentira, ¿pero como dice usted eso?, si ellos son mis mejores amigos”. El brujo Alquímides los llevó a todos hasta el final del potrero que colindaba con la hacienda del vecino, y afirmó -Aquí es, pueden empezar a cavar, encontrarán dos gallinas, y un vestido negro de su hija enterrado-. Cavaron y al finalizar todo estaba dicho, hallaron lo que Alquímides dijo, de inmediato sacaron el vestido negro y las gallinas muertas. Juan Guzmán seguía desmintiendo aquello de forma rotunda. Desde ese día le retiraron la amistad, y lo amenazaron, diciéndole que era mejor que se fuera lejos de su vista, antes que lo mataran ellos mismos. Al cabo de algunos meses Juan Guzmán vendió la hacienda, pero ya la hija de los Vergara, había dejado de padecer aquello.

Blanca, llegó aquel día con toda su fe, a casa de los Vergara. Allí durmió y a la mañana siguiente salió rumbo al pueblo donde vivía Alquímides. Cuando Alquímides la vio, le dijo, ¿Blanca, como estás, que me traes hoy, a ver que te compro?, pero Blanca no iba a vender nada y respondió. Alquímides, no vengo con mercancía, ni en son de trabajo, vengo por otra cosa, tengo un gran problema, y no sabía que tú eras brujo. ¿Qué te pasa Blanca?, entra y cuéntame. Entonces entraron y Blanca empezó diciendo lo que le pasaba a su hija, es muy duro Alquimides, he recorrido medio mundo y me he gastado casi todo lo que tenía y nada, no hay nadie que sepa lo que ella tiene, ni qué hay que hacer para poder curarla, se está consumiendo en vida. En ese instante Blanca comenzó a llorar. Alquímides se conmovió, pues frunció sus cejas y una leve mirada oblicua lo consumió en su interior. Entonces le dijo a Blanca que pasara a una habitación en el fondo de su casa. Blanca lo siguió como quien sigue a alguien por el único camino que le queda para salvarse, con esa sensación de quien no pierde ni gana nada al hacerlo.

Blanca, siéntate aquí dijo Alquímides, mientras ella se secaba los ojos y comentó: Alquímides, ayúdame por favor, te pagaré lo que cobres, no importa cuanto sea, sólo quiero curar a mi hija que está sufriendo mucho. Alquimides se dirigió a una cajita negra mientras abría un candado y de allí sacó una foto, se la mostró a Blanca. Era la foto de su hija. -Blanca, te juro que yo no sabía que era tu hija, me la trajeron hace algún tiempo y empecé a hacerle el trabajo, pues la mujer que me la trajo, afirmó que la madre de esta joven le había puesto brujería a su hija. Yo no sabía que era tu hija, ella tampoco me dijo el nombre tuyo, es más, la mayoría de veces trabajo con fotos, y no con nombres. Dios míos, pero a quien se le puede ocurrir que yo voy a querer que alguien enferme buscando a un brujo, y menos a una niña, si te he buscado ahora es por la impotencia que he tenido todo este tiempo. Alquímides dijo: Blanca, en tu casa hay un entierro que yo mismo mandé, en algún lugar de tu casa estará, pero no te preocupes que ya no tendrá efecto, desde ahora mismo quitaré la brujería, basta con que yo te conozca para que esto termine.

Pasado corto tiempo los ojos de la joven empezaron a brillar nuevamente como los primeros días, y una alegría inmensa comenzó a reinar en su vida.

Cuando yo tenía siete años, mientras jugaba con mi hermano en la sala de la casa de mi abuela, que quedaba en el barrio la Candelaria de Cartagena de Indias, encontramos una muñequita enterrada debajo de una ventana que daba a la calle. Las paredes de esa casa se desmoronaban por culpa de la sal, y todo porque aquella casa se encontraba cerca de las playas. Aquel era un lugar donde reinaba la humedad. Nosotros mientras jugábamos vimos que algo sobresalía de aquella pared y empezamos a escarbar, al terminar, vimos lo que era. Una muñequita muy pequeña con cabello negro, un traje que se presumía de color blanco y rojo y varios alfileres oxidados casi deshechos clavados en su pecho de tela. Como no nos interesaban las muñecas, se la regalamos a nuestra hermana para que jugara con ella. En realidad éramos muy niños, y ya no recuerdo lo que sucedió con aquella muñequita.

Hoy mi madre me relata aquella historia, mientras pasamos las primeras vacaciones juntos, y también me explica lo que sufrió mi abuela buscándole la cura de sus males. Entonces, sin pensarlo, llega a mi mente aquel recuerdo de la muñequita de trapo, y se lo cuento todo, ella me queda mirando y me dice ¿Por qué nunca me contaste eso?, en ese instante me envuelve el silencio, y entendiendo de una vez por todas igual que ella, muchas cosas que habían quedado ocultas por tantos años entre aquellas paredes de sal.

ALGUNAS DE SUS POESÍAS

NO ES TAN FÁCIL

A Katherine Barrios.

Divisar tus ojos en la oscuridad
es sinónimo de ayer
pero es quizás ahora más fácil
creer en un espejismo
que esperar que te acerques
dócil y fresca a mis labios
o a mi pecho ardiente
que aún después de tanta lejanía
te añoran y desean
con la misma intensidad
con que lo hicieron antes

No obstante,
para que pensar hoy en tus sueños
que eran
mis propios sueños,
para que buscar hoy esa respuesta
que jamás oiré,
sería más sensato
ser incauto y apaciguar
en silencio y soledad
el amor sin gloría
que se desvaneció entre los dos

Es más fácil pensar
en el crepúsculos de tus ojos
que en un amanecer contigo,
o en las imposibles colinas que ayer
desee saborear de ti

Duele hoy recordar
lo que fuimos
o en lo que quise sembrar
en el valle de tu vientre
antes que las horas fueran tenues
y largas entre nosotros
y un frío intenso
nos quemara la piel.
PASADO...PRESENTE...Y TU OLVIDO SOY YO...

Hoy que empiezan a pesarme los besos de amor
que he guardado de tus labios tan tiernos ¿Por qué?
te confieso y de veras profeso a la vez
que en tu ausencia el verano es invierno sin ser
Hoy que busco en los cálidos días del ayer
la razón que haga hablar tu silencio esta vez
me diluyo en los híbridos tiempos también
del pasado...presente...y tu olvido soy yo...
Hoy que has vuelto cual sombra al ocaso la hiel,
manantial que ha quedado en sequía si sol,
melodrama sin la sinfonía que fui
que a la trama adiciona secreto y dolor

Hoy que escribo y rehúso al motivo ¿Cual fue?
el que puso otro rumbo a mis pasos ¿Por qué?
si tus besos, miradas y abrazos lloré
ya que han sido los que más he querido yo
Hoy que busco y no veo tu silueta en la faz
destellando en aquel firmamento por mi,
el recuerdo me lleva hasta el tiempo tan cruel
del pasado...presente...y tu olvido volvió...

Hoy que empiezan a faltarme los besos que di
y aquel mar de promesas inciertas perdí,
reconozco en premisas que también te amé
y he querido aceptar que aún te quiero mujer.


ENTRE EL VAIVÉN DE LO QUE SE CREYÓ

Unos recuerdos me llegan
de lugares prescritos
Son símbolos de ayer
son sombras que vienen y van
como si pidieran algo que yo tengo
y no puedo dar
como si tuvieran algo que yo quiero
y ya no es para mi
pero que lo fue de distintas formas
de esas en que se consolida
en nuestras memoria
algo que jamás se tuvo.

Es un nombre
clavado en la esfera de mis ojos
la misma que evita eso que siento
o finjo sentir
para ser distintoa todos los que aman así
de esta manera singular y precisa
simple o compleja
para seguir engañando a aquellos
que si lo supieran
me juzgarían como los dioses.

Unas sombras de ayer
se esconden como eclipses
detrás de este sentimiento que cada vez
deja de ser más mío
para hundirse en mis sentidos levemente
y ser de ella como nunca fui yo
como el eco es de las montañas
y la soledad es parte de mi vida
la que no goza
de los besos que de ella soñé.

Es un tiempo remoto
ensimismado en la melancolía
de lo que no muere al olvido
para evocar otros labios y otras risas
distintas a las que se pierden
en las horas
entre el vaivén de lo que se creyó
en ese tiempo que a veces me trae
las alegrías que casi no tengo
y va consumiendo poco a poco
con realidades lo que anhelé.


NOSOSTROS…LOS DE AHORA YA NO SOMOS COMO ANTES…

“Mientras cerré y abrí los ojos me di cuenta que muchas cosas habían cambiado”.
A Claudia Villalobos –Leiva.

Nosotros...los de ahora ya no somos como antes...
¿Cuántos años han pasado y cuantas tardes apagado?
Ven tú y dímelo que ya no lo sé…

He perdido la cuenta de aquellos recuerdos
que creí inolvidables
De olores a abuelos y un fuerte aguacero
que marchó sin mi.

¿Dónde están esos besos de acero
mis perros de antaño y la vecina mirando
dónde están los suspiros de niño
mis amigos de siempre y lo que estoy recordando?

¿Dónde está lo que tanto anhelamos
y tan fácil perdimos?
O es que tal vez…
Nosotros...los de ahora ya no somos como antes…